NoduloDocumentos nódulo
nodulo.net/dn/

cubierta

¿Qué pasa? Semanario independiente

año 10, número 484 · Madrid, 7 abril 1973 · 20 páginas

 

Pornografía solapada

Por Gonzalo Vidal

Motiva estas líneas el trabajo que A. Roig ha publicado en sexta página de nuestro indesmentido ¿QUÉ PASA?, número 482, del 24 de marzo de este año, denunciando que en Francia ha estallado recientemente una intensa campaña, alentada por el progresismo clerical predominante, en favor del divorcio, del aborto y de una naciente «sexocracia» que asimila a la perfección la llamada moral de situación basada toda ella en principios de la masonería internacional; principios que ahora no especificamos, uno a uno, por no ocupar demasiadas páginas de este querido semanario. Sólo nos permitimos mencionar el que más me ha estremecido: «Hay que destruir en la mujer el sentimiento instintivo y egoísta del amor materno», «la mujer no es más que una perra, una hembra si quiere hijos». Principios éstos que más o menos refinadamente y solapadamente van desde la radio y televisión hasta revistas «serias» y «católicas» femeninas. Y así, en casi toda la gama de publicidad, se propaga igualmente «el matrimonio a prueba», «las relaciones íntimas prematrimoniales, intercambios de esposos y esposas» y «la revolución sexual de la juventud».

Al terminar la lectura de tan enjundioso y razonado denunciante, la resumimos toda con sólo dos palabras, con las dos con que encabezamos esta nuestra también denuncia, todo «pornografía solapada».

Señores obispos; autoridades todas de España, Francia está junto a nosotros, y de tiempo atrás sus sistemas políticos, sus costumbres, sus modas, sus espectáculos y su literatura, etc., corrosivas penetran fácilmente en nuestro país, en nuestros pueblos, consiguiendo que vastos sectores turísticos y no turísticos se vanaglorien ya de «vida afrancesada» aupada desgraciadamente por prensa y ciertos programas de radio y televisión.

Seamos sinceros; no intentemos, como la avestruz, apartar nuestros ojos de la hecatombre que nos amenaza. Ha llegado el momento de dar el grito de alarma, de luchar contra la epidemia pronográfica; de impedir su contagio; de arrancar la careta al progresismo corrisivo que infiltrado en las sacristías, claustros y curias, intenta destruir nuestra moral con solapada pornografía.

Hace sólo unos días la prensa alicantina nos daba cuenta de que el Consejo local de una nuestras importantes ciudades se había pronunciado en serio contra la pornografía. La noticia, diluida entre otras, pudo pasar desapercibida para muchos lectores o no causar el debido impacto en quienes la descubrieron. Y, sin embargo, tiene un singular relieve de importancia, mucho más en estos tiempos en que tantos silencios cobardes permiten se desarrolle un clima que acabará por agostar las esperanzas de un mañana mejor.

No me pongo trágico. No soy un pazguato que se asusta fácilmente. Y conste que en cuestiones de moralidad pública es malo no asustarse y tenemos todos que acusarnos de haber perdido el miedo al clima de frivolidad en que se desarrolla, fomentado y favorecido desde tantísimos ángulos de influencia. Lo cierto es que la conciencia de la sociedad con respecto a unas tolerancias que crecen desmesuradamente se ha ido quedando cada día más relajada.

Ya sé que el tiempo en sus costumbres es generalmente irreversible. Nadie pretende abogar por un retomo a la Edad Media cuando señala y puntualiza los atrevimientos de la contemporánea. Hay unos límites que el pudor no puede rebasar sin que se venga estrepitosamente abajo. No creo que nadie esté dispuesto a aceptar como irremediable la procacidad con que se desenvuelve, por ejemplo, la publicidad en todos sus medios, en todos sus recursos. No cabe así control alguno porque la televisión, el cine, las revistas invaden el hogar y aunque en muchos casos a los mayores no nos pueda perturbar este desorden, nadie puede asegurarme que el daño que se está produciendo en la edad evolutiva del adolescente es de una evidencia aplastante.

Escaparates, pantallas, primeras páginas impresas, «pósters» a todo color son un campo que la pronografía va conquistando con efectividad. Silenciar, señores obispos, autoridades todas, esta situación es traicionar la propia conciencia, ya no sólo como cristianos obligados a una moral estricta, sino como simples ciudadanos ajenos a toda idea religiosa. Que no hay que confundir moralidad pública con religiosidad. Aquélla está urgida por el sentido común de un pudor que también es público.

La pornografía es una lava inmunda a la que hay que poner inmediatas fronteras de contención. Aunque haya que renunciar a motivaciones publicitarias muy rentables.

No sé por qué razones la pornografía es más fácil, mejor tolerada y admitida en comarcas marinas; tal vez por estar abiertas por su influencia turística a corrientes que no llegan al interior. Y esto no es un tanto de progreso que se pueda apuntar, porque el sentido de moralidad del hombre no puede tener marcha atrás, como la del cangrejo.

Tal vez estas líneas se pierdan en el alboroto producido ya con estrépito de conciencias perturbadas en quienes de la pornografía se valen y seguirán valiéndose para sus fáciles reclamos. Pero aún con el temor de esta posible pérdida, el eco, por pequeño, que la protesta levante, despertará sentimientos dormidos, alertará conciencias y por lo menos se logrará la medida de que los padres vigilen mejor la asistencia de los hijos a espectáculos, vigilen la televisión, vigilen las revistas que puedan caer en sus manos.

Todo, menos confesar que hemos fracasado y que ya no hay nada que hacer, sino dejar que la charca crezca y que en ella nos ahoguemos todos.

Y que nadie diga esto es producto de un mundo capitalista. Admito que el dinero favorezca, pero no entraña necesariamente un uso perverso para dañar a la sociedad.

 
© nodulo.net