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¿Qué pasa? Semanario independiente

año 10, número 511 · Madrid, 13 octubre 1973 · 20 páginas

 

Los imponentes "¡No quiero!" del Caudillo y de España

Por Fermín del Roncal

Se han cumplido treinta y siete años del bienaventurado Caudillaje de Franco. Han sido treinta y siete años de guerra, de ininterrumpidos combates, abiertos y cruentísimos en el campo de batalla, y aviesos, taimados, de inextinguible encono, en el incruento batallar de la política continental e intercontinental.

Hagamos un somero examen retrospectivo de esta epopeya de Franco como Caudillo de España frente a la implacable hostilidad del Universo Mundo.

El 4 de marzo de 1946, los Gobiernos de Francia, Reino Unido (el salteador y usurpador de Gibraltar) y Estados Unidos de América, suscribieron y publicaron la famosa Nota condenatoria del franquismo y la invitación implícita al pueblo español para que se sublevara y derrocase su Régimen político. Nueve meses después, el 12 de diciembre de 1946, acordaba la O. N. U. hallarse dispuesta a tomar enérgicas y eficaces medidas contra España si transcurrido un plazo prudencial no hubiese sido modificado el régimen político español.

Descartado lo del «plazo prudencial», borrada la nota tripartita de marzo de 1946 por los quince millones de votos del «referéndum» popular español de julio de 1947, quedaba en pie la supuesta supersoberanía del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para inmiscuirse en la interna vida política española tan pronto como este Consejo considere que la situación de España lo exija.

¿Quiénes, ajenos a la soberanía e intereses de España y de su libertad, iban a apreciar su situación e intervenir en ella para modificarla? Eso ¿por qué, cómo y en qué momento? ¿Qué hombres o qué organismos, ajenos a la nación española, iban a ser intérpretes de aquella exigencia1?

Esa "era la perspectiva que nos ofrecía aquella amenaza mundial. Amenaza que si difiere en su instrumentación directa de la todavía viva en este tiempo emboscada, es sustancialmente el mismo problema que el Caudillo viene encarando desde hace treinta y siete años. Y siendo el mismo el desafío, la reacción frente a él, de la opinión nacional, tiene que ser también la misma ahora, frente a la C.E.E., que lo fue antes contra la O.N.U. y sus tres mosqueteros: Francia, el Reino Unido y los EE.UU. de América.

¿En qué razones se sustenta la oposición del Caudillo y de España a considerar las intolerables sugestiones, las inicuas coacciones que se le vienen haciendo desde fuera? Vamos a concretarles una vez más.

El Caudillo, pronunció el 13 de marzo de 1947 un discurso, del que son estos párrafos:

«Quiérase o no, la evolución política de las naciones está hoy caracterizada por los grandes movimientos sociales. Lo exclusivamente político a pocos interesa; lo que ayer fue político hoy se ha transformado en social, y un ansia de justicia social es el motor que impulsa evoluciones y revoluciones.

El mundo marcha tan deprisa que no se necesita de mucha ciencia para apercibirse de su movimiento. Así, lo que ayer sosteníamos frente a un mundo incomprensivo y hostil, hoy lo vemos reconocido y aun esgrimido como argumento propio por los otros pueblos. Por ello, cada día habrá de salir más a la luz nuestra razón y la nobleza y rectitud de nuestra conducta, y lo importante en esta hora de confusión universal es servir a España por el camino recto y seguro de la verdad, por el que los españoles sabemos bien a donde vamos.

TORPEMENTE SE ENGAÑAN LOS QUE FUERA SUPONEN QUE POR EL SIGNO CATÓLICO DE NUESTRA CRUZADA, Y POR HABER FORMADO EN LAS PRIMERAS HORAS EN NUESTRAS FILAS JUVENILES FUERZAS EMPLEADAS EN EL ARTIFICIOSO CAMPO POLÍTICO DE LAS VIEJAS DERECHAS, PRETENDEN ASIGNAR A NUESTRO MOVIMIENTO UN TONO REACCIONARIO O DERECHISTA, QUE HOY CARECE DE SENTIDO EN NUESTRA PATRIA. PRECISAMENTE LA CARACTERÍSTICA PRINCIPAL DE NUESTRO MOVIMIENTO FUE DESTRUIR TODO AQUEL VIEJO ARTIFICIO Y EL HABER DADO ESTADO DESDE SU PRIMERA HORA A LAS INQUIETUDES POPULARES Y A ESOS IMPERATIVOS DE ORDEN SOCIAL QUE HOY TOMAN CUERPO EN LAS DISTINTAS LATITUDES DEL UNIVERSO.»

He aquí los esquemas del pensamiento, nacional e internacional, que mueven a Franco, vidente y providente, a proseguir, inconmovible, su obra de gobierno...

Las razones del pueblo, obediente hasta el sacrificio al hombre que lo salvó y que lo guía, tienen, naturalmente, otra expresión.

Expliquemos cómo entiende el pueblo español el «papel» que le ha discernido el Destino para que lo interprete, con los demás pueblos, en el gran escenario de este mundo empujado a la tragedia.

Hay cuatro momentos en la Historia Contemporánea que caracterizan la firme resolución de España en ese no querer lo que se quiere o quiera. Uno de esos momentos es el 18 de julio de 1936 y su guerra de Liberación y de Cruzada costosísima. Tres años feroces, afirmando frente a una coalición de extrañas fuerzas revolucionarias: «¡No quiero! ¡No quiero!»

Otro momento fue el de los efímeros, pero efectivos triunfos de Hitler y de Mussolini en Europa. Las «Panzerdivisionen» ahí mismo; el Fhürer y el Duce en Hendaya y Bordhiguera; sus embajadores y agentes, irresistibles, aqui en Madrid. Presiones, halagos, amenazas. Otros cuatro años trágicos, en los que toda la política nacional española fue gritarle al exterior insolente, prometedor, amenazante poderoso: «¡No quiero! ¡No quiero!»

Otro momento, de soberana expresión popular, fue el del 9 de diciembre de 1946. La O. N. U., al cabo de más de un año de cañoneo rnntra nuestra independencia, contra el santuario de nuestros derechos y nuestras libertades, nos emplazaba a doblegarnos, a someternos. Y el pueblo español se echó a la calle, en Madrid y en las demás provincias, y en coyuntura semejante a la de aquel veterano de la guardia del gran corso, aunque mejor educado que este veterano, gritó en millones de voces y esculpió en miles de carteles: «¡No quiero! ¡No quiero!»

El otro momento, el democráticamente más eficaz e incontestable, es el que se produjo el día 6 de julio de 1947. Franco afrontó a su pueblo. Le convocó a que firmase su robusta, su insobornable categoría españla, o a que, relajándola, se pasase a las mesnadas del filibusterismo internacional. Franco convocó al pueblo a que contestase a esta pregunta concretísima: «¿Quieres que permanezca, que continúe mi obra o que me vaya?» «¿Quieres que me vaya?» —le preguntó franco al pueblo—. Y quince millones de votos gritaron unánimes: «¡No quiero! ¡No quiero!»

Desde hace más de treinta y siete años —los más agitados e inciertos de la vida del mundo—, el problema de la política nacional e internacional española no es ni más ni menos que la puesta en evidencia de un pueblo, de éste, el español, que a los manejos de unos y de otros, dice y manifiesta virilmente lo que quiere y lo que no quiere. Frente a esto, otros pueblos, otras fuerzas, se empeñan en prohibirnos que realicemos lo que nos u la gana, en forzarnos a que hagamos lo que les dé la gana a ellos. Ellos, o sea, los que nos quieren sojuzgar, mediatizar, aherrojar, se titulan liberales, demócratas, dispensadores de todas las libertades y de todos los derechos humanos y políticos. A nosotros, que nos circunscribimos a luchar por una España independiente, por una sociedad nacional y por un hombre libre en su Patria libre, se nos tacha de fascistas, de déspotas, de autoritarios. ¡Cuando no hacemos otra cosa que defendemos de todos los fascismos, de todas las tiranías, de todas las agresione del totalitarismo democratizante y demagógico de la época!

Estos, en realidad, son los puros términos de la política esforzada del Caudillo al cumplirse felizmente el XXXVII aniversario de su Caudillaje. Ningún Estado, en la Historia de las luchas de los pueblos por su existencia, acertó a dar, como el Estado español, una idea más clara y más justa, más robusta, persistente e invariable, en su política nacional, de las razones imperiosas que la aconsejaron y de los legítimos fines, irrenunciables, a que se encamina... El Estado español a ningún otro Estado ofende; a ningún país le inquieta ni amenaza; de ningún otro pueblo del mundo reivindica cosas ni derechos, si bien excluimos a Inglaterra, que nos robó y retiene Gibraltar y no quiere devolvérnoslo...

En suma, el Estado español quiere ser libre y vivir en paz dentro de un mundo en paz y libre. Eso ha sido y es el Caudillo al cumplir los treinta y siete años de su exaltación al Caudillaje.

¿Qué? ¿Qué gesto tan honesto, tan digno, y tan justo, les pone enfermas a las Democracias Masónicas-Liberales-Capitalistas? Bueno, si se ponen enfermas, que se alivien.

 
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