¿Qué pasa? Semanario independiente
año 10, número 492 · Madrid, 2 junio 1973 · 20 páginas
La Jerarquía de la Iglesia y el pueblo fiel
Por T.G.P.
No es ligereza afirmar que la Jerarquía de la Iglesia española no está en buena armonía con el sentir del pueblo fiel; imbuido del espíritu de la Iglesia, que es la prolongación de Nuestro Señor Jesucristo, no puede prescindir de la Tradición, cuyo contenido permanente vale para los hombres de todos los tiempos. La Iglesia, que no inventa su doctrina porque es obra de su divino Fundador, la distingue con el sello de la infalibidad. Y esto el pueblo fiel lo sabe, no admite componendas, ni enmiendas que puedan sustituir sus creencias de siempre recomendadas por el Magisterio de la Iglesia, las cuales nos ayudan a llevar una vida en consonancia con las enseñanzas de Cristo.
Como católicos, hemos heredado de nuestros mayores el mayor bien que unos buenos y cristianos padres han podido dejar a sus hijos, ser discípulos de Cristo, y en ese sentido encauzamos nuestra vida. Aprendimos el catecismo en nuestra infancia, y ya de mayores ampliamos nuestros conocimientos religiosos que tanto bien y consuelo suponen en los momentos de apuros y contrariedades que no faltan en este caminar hacia el destino eterno que Dios reserva a quienes observan sus preceptos. De nada sirve ser el hombre más poderoso, el más rico, el más influyente, el más sabio, el más elegante, si se pierde la eternidad venturosa.
Sabemos que la terrible tempestad desatada contra la Iglesia no es obra de un dia, viene gestándose hace muchos años, con una meta tan audaz como espectacular, nada menos que la destrucción de la Iglesia católica. No han faltado ni tiempo, ni dinero, ni hombres diabólicos juramentados para conseguirlo, valiéndose de clérigos ambiciosos y corrompidos que faltando a las obligaciones de su cargo se han prestado a las maquinaciones de los enemigos de Dios, Satanás y sus secuaces. Este torbellino, permitido por Dios en su infinita misericordia, quiere que todos los hombres se salven reconociendo sus errores y vuelvan al verdadero camino que nuestra Madre, la Iglesia, nos señala y no sigan sus pasiones que los atenazan, resisten e incluso se oponen a las enseñanzas que de Roma nos vienen, con el consiguiente escándalo de los fieles creyentes.
Diez años lleva la. Iglesia de Cristo esta dolorosa pasión, nunca igualada en el transcurso de los veinte siglos de existencia; separando en su marcha hombres de talento, contagiados del virus progresista, cardenales, obispos, sacerdotes de los dos cleros, liturgistas, exegetas, teólogos, seglares ebrios de vanidad, juguetes todos del remolino que los vapulea a gusto, arrojándolos como brotes marchitos v ramas secas desgajadas del árbol de la iglesia, sin tener en cuenta m su dignidad ni su categoría y sí sólo sus ambiciones y descaradas posturas.
El pueblo fiel siente vergüenza y se duele que nuestros obispos abandonando su misión sagrada, desciendan a un terreno que sólo entiende de cuestiones puramente humanas. Para muchos de nuestros prelados la vida del espíritu, la sobrenaturañ, no les interesa en tanto en cuanto no hagan a los hombres más ricos, más «dichosos», en oposición a «buscad primero el Reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura». Terrible equivocación anteponer a la vida eterna la vida material. Así se explica la regresión del catolicismo en algunos en nuestra Patria.
¿A qué se debe que nuestros Obispos callen cuando ciertos clérigos atacan al dogma? ¿A qué se debe que nuestros obispos cuando hablan tocan temas intranscendentes o tratan asuntos materiales? ¿A qué se debe que nuestros obispos se inclinen por un «pacifismo» UNILATERAL y de DIRECCION ÚNICA? ¿A qué se debe que Satanás tenga actualmente luz verde?