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¿Qué pasa? Semanario independiente

año 10, número 488 · Madrid, 5 mayo 1973 · 20 páginas

 

Relaciones con el Este...y duros de mollera

Por Pablo Artiles

«Es política del Gobierno... la normalización de relaciones, tanto económicas como diplomáticas, con todos los Estados QUE ACEPTEN EL PRINCIPIO DE NO INGERENCIA EN LOS ASUNTOS INTERNOS DE LOS DEMÁS ESTADOS. Esta política... se extiende a todos los países y, por tanto, también a los países socialistas del este de Europa y a la República Popular de China.» Estas palabras son del ministro comisario del Plan de Desarrollo, don Laureano López Rodó, al contestar por escrito en el Boletín Oficial de las Cortes Españolas a unas preguntas que quedaron sin respuestas, por falta de tiempo, en la última sesión informativa celebrada con los procuradores...»

Este párrafo es del periódico El Día, de Santa Cruz de Tenerife, en un artículo que se titula «EN DOS PALABRAS» y que firma E. S., aunque las mayúsculas son mías. Y se agrega allí, con cierto triunfalismo:

«Los pusilánimes, los eternos inmovilistas, los que ven enemigos hasta debajo de la cama, ya saben cuál es y cuál será la conducta del Gobierno español en materia de relaciones con el exterior... Pero ocurre —termina el articulista— que algunos son muy duros de mollera...»

Lo que uno quisiera saber ahora, y no lo sabemos porque somos «duros de mollera», a qué se llama «NO INGERENCIA EN LOS ASUNTOS INTERNOS DE LOS DEMÁS ESTADOS...»

Por que sostener que Rusia, por ejemplo, no interfiere en los asuntos internos de los demás Estados es como para declarar a uno loco de remate y ser de verdad «duro de mollera». ¿Hace falta demostrarlo? Pero ¿para qué clase de gente hablamos? ¿Es que no se han enterado de la invasión de Checoslovaquia? ¿De la de Hungría? ¿De la de Polonia? ¿Y éstos no eran y son Estados?

Esas flagrantes y recientes ingerencias en los demás Estados, ¿no entran en esa clase de ingerencias que impedirían tales relaciones?

Y los partidos comunistas, caballos de Troya, que siguen y actúan al dictado de rusia o de China, ¿no son otras tantas ingenrencias en los demás Estados? ¿No adoptan sus banderas? ¿Y ese centenar de espías que Inglaterra se vio obligada a expulsar y que eran miembros de la embajada rusa en Londres, ¿no interferían en otros Estados?

Pero no, todo eso deben ser sueños, inventos de los «pusilánimes», los eternos «inmovilistas», los que ven enemigos hasta debajo de la cama..., de «los duros de mollera...».

Se queda uno realmente «viendo visiones» cuando se pretende afirmar que aceptamos relaciones con los países del Este, porque éstos aceptan el principio de no ingerencia en los asuntos internos de los demás Estados...» ¿No intervinieron en España cuando la Cruzada de Liberación?

Ya veo que estoy hablando como persona «dura de mollera», como inmovilista —¡qué bonita palabreja se han inventado!—, como asustadizo que ve enemigos debajo de la cama... Por lo visto, los patriotas húngaros, los checoslovacos, los polacos..., cuantos se levantaron contra el poderío ruso y fueron sometidos por los tanques de este Imperio colosal, son cosa de periodistas alocados, de fantásticos inventadores de mentiras, de películas de ciencia-ficción; pero jamás existieron en Ja realidad... Todo fue un sueño, un espejismo fantástico...

Y cuando los «maoístas» de la ETA actúan en España, y raptan, y asesinan, y secuestran, ¿no son intromisiones de quienes los dirigen desde lejos en asuntos de España? Y esa Radio España Independiente, que tantas «lindezas» dice, ¿no está interfiriendo en asuntos de España? Y quienes han pegado fuego a la casa de un misino en Roma, carbonizando a dos de sus hijos, ¿no actúan al dictado de los principios que les infunden sus padres ideológicos, los marxistas-leninistas? ¿Y de dónde proceden estas ideologías?

En fin, que felicitamos a E. S. por su articulito de El Día, de Tenerife; que somos unos «inmovilistas» y «duros de mollera...» cuando no creemos en ese angélico comportamiento de los países del Este...

Lo que ocurre es que la lógica no es un regalo que Dios ha concedido en exclusiva a ciertos escritores o personajes, sino un don que tiene toda inteligencia —menos los duros de mollera— y por el cual podemos apreciar dónde está el punto flaco de ciertas afirmaciones gratuitas. Y que esto es muy corriente: sentar principios falsos, de los cuales se deducen luego consecuencias de igual categoría.

En personas incultas, pase tal desvarío; pero en personas inteligentes, nada duros de mollera, nada inmovilistas..., se queda uno perplejo al oír y leer tales afirmaciones. En fin, duros que somos de mollera...

 
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