¿Qué pasa? Semanario independiente
año 10, número 487 · Madrid, 28 abril 1973 · 20 páginas
La idea de patria es antimasónica
Reproducidos del número 1 de «Reconquista»:
Juan witt, grado 33 del rito escocés, príncipe sumo patriarca —o sea, último grado de la Carbonaria que corresponde al «hombre rey», último grado del iluminismo—, afirmó que «el iniciado en este último grado jura la ruina de toda religión y de todo gobierno positivo, despótico o democrático».
El barón de Haúgwitz, antiguo gran maestre de las logias de Prusia y Polonia, dijo en el Congreso de Verona, en 1822. ante los diplomáticos de Europa: «Estoy convencido de que el drama comenzado en 1789, la revolución y demás horrores que acompañaron a estos hechos, no sólo fueron combinados en las logias, sino que fueron el resultado de los secretos de los juramentos masónicos. Nuestro blanco era ejercer un influjo predominante sobre los soberanos. La masonería, a pesar de su división en deísta y atea, se dio la mano fraternalmente con el fin de llegar a la dominación universal». Y el canciller de Austria, conde de Metternich, comprobó por medio de documentos secuestrados que las sociedades secretas de todas las naciones estaban relacionadas entre ellas, formando un solo complot mundial.
Lo mismo aseguraron el historiador masón clavel, secretario general del Gran Oriente de Francia, y el presidente provisional de la República francesa, el poeta Alfonso Lamartine.
El masón Degargen decía en 1848, repitiendo las palabras de Zille: «El reinado de cualquier autoridad es un delito para el espíritu moderno. La rebelión ha de reemplazar a la obediencia.»
El masón Dupont afirmó que «... cuando los clericales dicen que nosotros no queremos ni gobierno ni religión, dice la verdad».
Con este criterio, el masón Assinel pudo escribir en su mensaje a los socialistas en nombre de sus «hermanos»: «Proclamamos en alta voz nuestra adhesión a la Internacional de los Trabajadores que es la «sublime» masonería de todos los proletarios del mundo».
El duque Fernando de Brunswich, el gran maestre de la masonería universal, afirmó en el célebre congreso masónico de Wilhelmsbad, de 1782: «La masonería ha envenenado a la humanidad por muchas generaciones. Obra suya es la fomentación destructiva que reina en todos los pueblos. Su plan se reduce a hacer pedazos todos los vínculos sociales.»
Las ideas de Patria y nacionalidad son antimasónicas, pues son particularismos que, según ellos, se contraponen a la universalidad de sus doctrinas. Son restricciones que encadenan su libertad absoluta, desequilibran la igualdad y matan su fraternidad. No nos extraña, pues, que Rousseau haya dicho. «El patriotismo es una insensatez.»