¿Qué pasa? Semanario independiente
año 10, número 474 · Madrid, 27 enero 1973 · 20 páginas
La diplomacia del error
Por P. Sebastián Mozos, O.M.I.
Ninguna diplomacia es infalible. Ni siquiera la «diplomacia» Vaticana. La única infabilidad existente en este pícaro mundo de la competencia y explotación es la del Vicario de Cristo en la Tierra, el Papa de Roma, quien es infalible únicamente en materias de fe y moral. En materias políticas, ni el Vaticano está exento de errores y deslices. Fuera de las ciencias exactas, no es difícil el que se nos pueda dar gato por liebre. Y la política, la diplomacia, la historia, la sociología, la psicología y partidologia no son ciencias exactas. La historia está llena de intrigas, fallas, errores e hipocresías entre políticos, diplomáticos, economistas, administradores y agentes civiles y eclesiásticos. En estos terrenos de la diplomacia y la política, podríamos aducir las famosas palabras de Jesucristo: «El que esté libre de pecado, lance la primera piedra.»
En el campo católico, nos hallamos ahora con una «diplomacia» errónea en la misma zona del Vaticano. Esto nos parece cierto con respecto al pueblo español. Aparte del Concordato de ayer, hoy y mañana, o de ningún Concordato como opinan los infestados de liberalismo, es evidente que, para España, se aplica una «diplomacia» vaticanista muy parcial y sectaria. Admitido que el Vaticano quiera independizarse de todos los sistemas gubernamentales; pero de eso a querer introducir una determinada política según la moda de los vientos que soplan en el Vaticano, hay mucha porción de insinceridad y contradicción. Si la Iglesia liberal hispana y el Vaticano quieren independizarse de la política de la nación, ¿por qué lo quieren hacer a cambio de introducir una política extraña? Si el Vaticano calla o disimula frente a otras muchas naciones, ¿por qué no calla o disimula frente a la política del Estado español? La Iglesia no fue establecida para llevar políticas a ninguna parte. Jesucristo lo dijo: «Mi reino no es de este mundo», «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.» Si hay materia moral y religiosa que purificar en un país, que el Vaticano dé instrucciones a su Iglesia; pero sin tratar a unos Gobiernos con menos cortesía y diplomacia que a otros, y menos en el caso de España, donde la religión católica tiene mayor libertad y mejores atenciones por parte del pueblo y del Gobierno.
Quizá el Vaticano propicie, en su linea cerrada de democratización y progresismo, una política más liberal para el sistema de gobierno español. Pero, en este caso, falla también la lógica y la justicia. ¿Qué necesidad tiene España de seguir las orientaciones vaticanas en política? ¿Acaso hay algún régimen o sistema de gobierno inmaculado en Estados Unidos, Rusia, China, Inglaterra, Francia, Italia, Méjico? ¿Es que no hay injusticias y leyes dictatoriales en las democracias como en las monarquías? ¿Es que existe algún régimen donde no se coarten las libertades de alguna manera? ¿En qué pais de los más avanzados y democráticos se permiten todos los partidos? No comprendemos cómo el Vaticano se sirve de la influencia religiosa al dar consignas y nombrar obispos auxiliares antirrégimen para presionar a una nación a adoptar un determinado sistema de política, pegue o no pegue. Nada bien se ve la actitud política unidireccional del Vaticano respecto a la Iglesia española y al sistema actual gubernamental español. La Iglesia liberal española y el Vaticano no están comisionados por Dios, por las democracias, dictaduras o totalitarismos, para destruir el regímen tradicional, auténtico y popular del pueblo español. ¿No hemos quedado en que Roma jamás condena las formas de gobierno que los pueblos se quieren dar? Que el Vaticano se atenga a esta fórmula sin traicionarla.