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¿Qué pasa? Semanario independiente

año 9, número 470 · Madrid, 30 diciembre 1972 · 20 páginas

 

La futura cruzada doctrinal

Por Silverio Espada

Cuando quiera el Señor —por el medio providencial que Él disponga— que termine la gran operación progresista que actualmente está sufriendo la Iglesia, habrá que poner en marcha medios extraordinarios para encauzar de nuevo a las almas por el camino de la verdad y de la ortodoxia, de la recta y sana doctrina. Habrá que arbitrar recursos de gran envergadura, de gran pode; penetrativo, para neutralizar el daño actual, extendido en sumo grado, ya que costará grandes esfuerzos y sacrificios convencer a las gentes de que Jo que se les ha vicho y predicado en estos últimos tiempos de dominio progresista no es, en multitud de casos, el verdadero espíritu ni la doctrina autentica de lo católico, lo religioso y lo eclesial.

Mucho sufre quien esto escribe cuando se le presenta —con excesiva frecuencia, desgraciadamente— la ocasión de constatar cómo y de qué forma las almas están recibiendo hoy veneno a gran escala por boca de predicadores, progresistas, de revistas y libros escritos por ellos y ofrecidos a los fieles en dosis masivas. El envenenamiento es seguro y los resultados hay que pensar que serán desoladores.

Un ejemplo, uno solo, para demostrar nuestra afirmación de que las almas están saturándose de toxicidad, de doctrina tendenciosa y perversa.

Algún colaborador de nuestro semanario se ha ocupado en anteriores ocasiones de cierta perniciosa revista que publican en Madrid los padres de la Congregación de la Misión, vulgarmente conocidos por los «paúles». La redacción de esta revista corre a cargo (¡qué triste resulta tener que señalar, esta división!) del «ala izquierda» del instituto misionero que fundara San Vicente de Paúl, y con un contenido en todos sus números abiertamente demoledor y progresista (que no entendemos cómo los superiores de los paúles consienten), vive y se mantiene merced a una circunstancia que los editores saben aprovechar muy bien, y gracias también, a la complicidad permanente de algunos «colaboradores» femeninos. Esta circunstancia, para ellos favorable, es que todas (o si no todas, casi todas) las niñas y jovencitas que se educan en colegios de las Hijas de la Caridad, fundadas también por San Vicente, reciben regularmente «Yelda», que así se intitula la publicación. El tóxico visual y doctrinal que «Yelda» destila (recordamos, por ejemplo, que en el número de octubre pasado aparecía en sus páginas una caricatura de la Santísima Trinidad por todos conceptos blasfema), penetra fácilmente en la inteligencia de centenares y centenares de niñas y jovencitas discípulas de las Hijas de la Caridad, ¡y hay que considerar la tragedia que supone todo esto!

Y como este ejemplo de «Yelda», mil otros más. ¡Esas «convivencias», dirigidas a la mentalización de la juventud! ¡Esos «encuentros» que organizan los clérigos «progres», a base de muchas encuestas, muchas «revisiones de vida», muchas... intoxicaciones y extravío de mentes! Puede decirse con verdad que allí donde hay un cura progresista bien que esté colocado al frente de una parroquia, o que sea el editor de una publicación, o la cabeza de un determinado «movimiento», o el director de un cualquiera de fieles, allí está el veneno penetrando en las almas y ocasionando estragos en las mismas.

Contra todo esto, como decimos al principio, habrá que luchar en su momento, o, mejor dicho, habrá que organizar ya, desde ahora mismo, un extenso plan de reconquista. La labor será dura y difícil, pero con la gracia de Dios podrá conseguirse todo. Habrá que desintoxicar a multitud de gentes: habrá que predicarles la verdad evangélica sin mixtificaciones, en su auténtico sentido y dimensión. Habrá que promover multitud de misiones populares (que ahora «no se llevan»), que organizar academias y círculos de estudio para selectos. Habrá que hacer desaparecer (o tal vez desaparezcan por sí solas...) tanta revista perniciosa, tanto folleto demoledor. La buena y sana doctrina habrá de ser extendida y predicada por todos los medios de difusión posibles, porque, aunque resulte machacón decirlo, el mal está extendidísimo y los predicadores y apóstoles de la buena doctrina no serán, de momento, muchos. Pero la gracia de Dios habrá de ayudar. Y la intercesión de la Santísima Virgen se hará sentir poderosa igualmente.

Es necesario de todo punto ir pensando ya en todo esto. Si así se hace, cuando llegue el momento del derrumbe del progresismo, todos sabremos lo que habrá que hacer, lo que habrá que emprender para que las almas de tantos y tantos actualmente mentalizados e intoxicados por tan perniciosa idea sean instruidos en la verdadero doctrina católica, en la auténtica y salvífica fe.

¿Empezamos ya a pensar en todo ello? ¿Empezamos a planear la gran cruzada doctrinal e incurenta que se nos avecina de inmediato?

 
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