¿Qué pasa? Semanario independiente
año 9, número 441 · Madrid, 10 junio 1972 · 20 páginas
Doctrina siempre de actualidad
Por Ors D'Alva
¡Los tiempos cambian! Por regla general, asi empiezan su peroración o razonamientos los que han cambiado de postura o de ideología, para justificar o explicar su actitud. ¡Insubstancial y ridicula argumentación!
¡Esto es lo que quisieran para poder razonar de alguna manera su actuación! Pero la razón no les asiste.
Todo lo que se pueda relacionar con el tiempo sigue invariable: los días tienen veinticuatro horas, las estaciones del año se suceden sin interrupción y los fenómenos que producen los cambios atmosféricos son siempre los mismos.
No son, pues, los tiempos, sino los hombres, los que cambian, y este cambio no se refiere al tiempo, sino a su manera de pensar, de sentir y de actuar, todo lo cual influye poderosamente en las costumbres y manera de ser personal y colectivamente.
Cuando dios creó al hombre, le dotó de un alma espiritual y racional a fin de que por ella pudiese pensar, sentir y observar, tomando voluntariamente decisiones para encauzar su vida temporal con vistas a su destino eterno.
Si el hombre piensa y actúa cuerdamente, tanto él como la sociedad encontrarán la recompensa merecida.
Si las ideas del hombre y su actuación no están de acuerdo con la Ley Divina, el resultado para él y para la sociedad puede ser realmente desastroso.
Si en todos los tiempos ha sido básico para el bien del hombre seguier las directrices de la Ley salvadora del Evangelio y hacer a la vez, de cuando en cuando, un examen serio y profundo sobre su manera de pensar y de vivir, ¿no lo será en los momentos actuales, en que todo se discute, todo se tolera y a Dios se le va dejando de lado, todo lo cual supone una ignorancia supina de la más extrema gravedad?
Por este motivo hemos creído que para todos los fieles en general, y de una manera particular y muy especial para los Obispos y Sacerdotes, continuadores de la Obra de los Apóstoles, reproducir la Epístola 2. de San Pablo a Timoteo, 4, 1-8, y el Evangelio de San Mateo, 5, 13-19. Dicen así:
EPÍSTOLA: «Carísimo: Te conjuro, delante de Dios y de Jesucristo, que ha de juzgar vivos y muertos, al tiempo de su venida, y de su reino: Predica la palabra de Dios, insiste con ocasión y sin ella; reprende, ruega, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo en que los hombres no podrán sufrir la sana doctrina, sino que, teniendo una comezón extremada de oír doctrinas que lisonjean sus pasiones, recurrirán a una caterva de doctores propios para satisfacer sus desordenados deseos, y cerrarán sus oídos a la verdad, y los aplicarán a las fábulas. Tú. entre tanto, vigila en todas las cosas, soporta las aflicciones, desempeña el oficio de evangelista, cumple todos los cargos de ministerio. Vive con templanza. Que yo estoy a punto de ser inmolado y se acerca el tiempo de mi muerte. He combatido con valor, he concluido la carrera, he guardado la fe. Nada me resta sino aguardar la corona de justicia que me está reservada, y que me dará el Señor en aquel día, como justo Juez, no sólo a mi, sino también a los que, llenos de fe. desean su venida».
EVANGELIO: «Dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se hace insípida, ¿con qué se le volverá el sabor? Para nada sirve ya sino para ser arrojada y pisada de las gentes. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede encubrir una ciudad edificada sobre un monte, ni se enciende la luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelera, a fin de que alumbre a todos los de la casa. Brille así vuestra luz ante los hombres de manera que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos. No penséis que he venido a destruir la Ley ni los Profetas. No he venido a destruirla, sino a darle su cumplimiento. Con toda verdad os digo que antes faltarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse perfectamente cuanto contiene la Ley hasta una sola jota o ápice de ella. Y así, el que violare uno de estos mandamientos mínimos y enseñare a los hombres a hacer lo mismo será tenido por el más pequeño en el reino de los cielospero el que los guardare y enseñare, ése será tenido por grande en el reino de tos cielos.»
La palabra de los hombres puede fallar. La palabra de Dios se ha de cumplir.