
¿Qué pasa? Semanario independiente
año 8, número 414 · Madrid, 4 diciembre 1971 · 20 páginas
Erre que erre
Por José Sánchez Estebánez
Vuelve el apostólico «Ya» del día 19 de noviembre a sus andanzas de meter en las cabezas de sus lectores la promoción de un nuevo acuerdo entre la Santa Sede y España por partes, fragmentariamente en los temas y en el tiempo. Es una tozudez que no calificaremos de aragonesa, por nuestro cariño a Aragón. Por eso, pidiendo perdón a los lectores, vuelvo a las columnas de nuestro querido ¿QUÉ PASA? sobre el mismo asunto. Y lo haré, siempre que los «orbitados» asomen la cabeza.
«Miente tú, que por mí no queda», dice un refrán español. En este caso, como «Ya» y su aliado Martín Descalzo ya están muy vistos y oidos, recurre a la Asamblea conjunta, como argumento decisivo (¡) en favor de la tesis de su amo. ¡Pobre Conjunta, cómo la están dejando sus admiradores y sus detractores! La hacen decir lo que los demás dicen y quieren. La pobre ni tiene representación clerical plena, ni valor jurídico alguno sus divididas resoluciones, ni tendrán aceptación la mayoría de sus ponencias por el Episcopado a causa de su DESFASE después del Sínodo de Roma, y ahora el «Ya» le endosa el muerto del futuro Acuerdo. Un marino español decía al capitán de otro barco en competencia con el suyo sobre velocidad: «Ice una estacha que roza a babor con el agua y le quita velocidad». ¿Será de esta clase la ayuda que solicita «Ya» para su proyectó?
Alega, o repite más bien, que es preferible no se concierte un nuevo Concordato, sino acuerdos menos solemnes que se pueden variar más fácilmente. Pero ¿es que todo acuerdo internacional, aunque no se llame Concordato, sino tratado, convenio, acuerdo, etcétera, no liga estrictamente a ambas partes de igual modo? ¿De qué manga se han sacado esa distinción? Y el cese de obligatoriedad, ¿no exige la denuncia del mismo? Si España y la Santa Sede conciertan una «entente» (¿les gusta más este galicismo?) sobre el nombramiento de Obispos, ¿no quedan obligadas a su cumplimiento lo mismo que si forma parte de un TODO?
¡Claro que sí! Lo que ocurre es que cuando el acuerdo comprende muchas materias, la denuncia de una lleva aneja la de las demás. Así, si al presente el artículo que regula provisión de Obispos, que molesta, fuera denunciado por la Santa Sede, arrastraría a los demás, que son favorables y, en consecuencia, no denunciables. Por eso subsisten los Concordatos con Italia y España, por ejemplo, a pesar de los ladridos de perros echadizos.
Que la Iglesia y los Gobiernos están en continua liquidez de movimientos y mutabilidad por las cambiantes circunstancias es otra de las razones expuestas por «Ya» en su editorial. —¡Vaya, hombre! Donosa razón que no impide se concierten acuerdos internacionales de mucha más trascendencia y responsabilidad. Por otra parte, ¿por qué no se pueden concertar acuerdos totales con duración de determinado número de años? Asi lo vienen haciendo las naciones entre sí en toda clase de asuntos: económicos, culturales, bélicos o de neutralidad, aéreos, bacteriológicos, nucleares, etc. ¿O es que las materias mixtas (cuatro mal contadas) entre la Iglesia y el Estado son más entreveradas y difíciles que las mencionadas?
Pero la pretensión más inaudita de «Ya» es que mientras se traten y acuerden asuntos parciales no debe derogarse el anterior Concordato, sino que deben seguir en vigor las restantes cláusulas del mismo. —Bonita y práctica pretensión. Se acuerda la separación de la Iglesia y el Estado, se deroga el estatuto vigente sobre los nombramientos episscopales, que por confesión del mismo Vaticano es lo primordial y urgente, y después... el resto ad kalendas groecas; pero como titulábamos nuestro anterior trabajo: «ACONFESIONAL Y NEUTRO; PERO QUE PAGUE». Es decir, que sigan las prerrogativas favorables a la Iglesia, LIBRE Y COMPLETAMENTE INDEPENDIENTE, como preconiza Monseñor Tarancón, y el Estado, atado de pies y manos hasta que a la Curia romana se le antoje llegar a otro acuerdo parcial.
—No; replica el astuto «Ya». Es para no quedar en un vacío jurídico y se pueden señalar fechas y plazos. —Desde luego, el mejor modo de que no haya ese vacio jurídico es estimular las negociaciones para un rápido acoplamiento de todo el Acuerdo a las normas del Vaticano II, como opina el Gobierno; y no retrasarlo con idas y venidas al Episcopado español, sin atribuciones decisorias, creyendo que el tiempo obra en su favor y España, católica por excelencia, cejará en sus justas peticiones para no ser calificada de ANTICONCILIAR por los del IDOC y sus afiliados españoles.
No necesita el Gobierno español el asesoramiento nuestro para no caer en la red. Si un día dijimos que podía acceder a acuerdos parciales, figurando entre los primeros el cese del chorreo dinerario para los que quieren DESENGANCHARSE y «no estar sujetos umbilicalmente por el dinero recibido», era para demostrar la falsedad de sus intentos ante la opinión pública.
No son los asambleístas conjuntos los que patrocinan solos esta antinomia. Es el propio Monseñor Tarancón en sus declaraciones a Descalzo y al diario mejicano «Excelsior». Junto a la separación que define «como libertad e independencia de la Iglesia para seguir sus caminos sin privilegios de orden civil» exige la contribución económica del Estado «por el servicio público en el orden religioso y educativo que presta».
Estas dos cuestiones básicas son las primeras que hay que dilucidar, porque ¿esta libertad e independencia «PARA SEGUIR SUS CAMINOS» en qué consiste y hasta dónde llega? Si escuchamos al Cardenal, «la Iglesia es LA CONCIENCIA CRITICA DE LA SOCIEDAD». O no dicen nada estas palabras, sino una frase hecha sin sentido, o dicen demasiado. En su sentido recto constituyen a la Iglesia en FISCAL de la sociedad civil. Tamaña aseveración no se hizo ni en el tiempo medieval de la supremacía del Papa sobre el Emperador, a quien desposeía de la obediencia de sus súbditos excomulgándole.
Porque el Cardenal no habla del Papa, sino de la Iglesia y ésta puede ser personalizada en el Episcopado nacional. Más aún, en cada Obispo diocesano para su Diócesis. Y como ahora se han multiplicado hasta el infinito los curas «proféticos», cada uno se cree investido de la autoridad de los profetas auténticos del Viejo Testamento y hablar u obrar como CONCIENCIA CRITICA DE LA SOCIEDAD. En verdad, que de un tiempo a esta parte muchas homilías «proféticas» tienen este carácter irresponsable e independiente sin recriminaciones episcopales. ¿Cuántos, pues, fiscales tendría España católica?
Respecto a los plazos y fechas a señalar, según «Ya», ¿qué resultaría si al expirar un plazo sobre cualesquiera de los temas no se conseguía un acuerdo? ¿Se anularían los anteriores? ¿Se darían nuevas fechas? ¿Se interrumpirían las negociaciones? Y así hasta el infinito. Habría que leer los periódicos y revistas «orbitados». Dejémosnos de efugios vanos, por no decir sandeces, y vayamos con buena fe, sin politiqueos bastardos preconcebidos.