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¿Qué pasa? Semanario independiente

año 8, número 406 · Madrid, 9 octubre 1971 · 20 páginas

 

Comentarios leves

Por Garcinuño

1. Siguen los encierros protestarios en los templos.

Y lo peor de todo es que éstos se realizan con el consentimiento más o menos tácito de las autoridades eclesiásticas y la complicidad encubierta de los jefes de aquéllos. antes fueron en Madrid, Sevilla, Bilbao, etc... y ahora, no hace muchos días, en Oviedo y gijón. en esta última ciudad, en la iglesia parroquial de San José, el caso tuvo caracteres bélico-grotescos pues los recuidos levantaron barricadas con los bancos del templo detrás de las puertas para evitar ña entrada de la Fuerza Pública, cuyos agentes fueron luego agredidos e insultados por los recluidos.

Con motivo de este hecho cruzaronse notas entre el Arzobispado de Oviedo y el Gobierno Civil. Las de aquél —es de suponer que inspiradas y hasta redactadas por el Arzobispo, doctor Díaz Merchán—, complacientes y amparadoras del grupo de jubilados y pensionistas voluntariamente encerrados. Las del Gobierno Civil, serenas, objetivas y firmes en el propósito laudable de mantener el orde público, designio que debe ser de todo ciudadano honrado, y más si viste hábitos de colorines o sin ellos.

El señor Arzobispo, con acentos que suenan más a adulación que a efusiones paternales, defiende a los encerrados diciendo que «la ocupación de las iglesias asturianas por el grupo de jubilados y pensionistas no ha ocasionado, en ningún momento, desorden en los templos ni ha impedido el desenvolvimiento normal de los actos de culto; que los rectores de las iglesias invadidas han ayudado humanitariamente a los asilados en los templos, sin intervenir en las acciones reivindicatorias... Y que ninguna autoridad del Arzobispado ha dado su consentimiento para que fueran desalojados los templos, ni ha habido tiempo para que pudiera manifestar su parecer lo que compete a la jurisdicción eclesiástica...»

Como se ve, para el doctor Díaz Merchán estas ocupaciones de los templos en nada estorban las funciones del culto, los ocupantes son unos angelitos a los que hay que ayudar humanitariamente, aunque sus reivindicaciones sociales nada tengan que ver con los objetivos de la Casa de Dios, que no son otros que el de orar, rendir culto al Señor e instruir a los fieles en las verdades de Dios. Tres cosas que se van olvidando a fuerza o de no hacerlas o de hacerlas malamente por parte de un clero que se empeña en dedicarse a otros menesteres menos al «suyo»...

Que a esto precisamente alude la nota del gobierno Civil cuando dice claramente: «consta a este Gobierno Civil que estas reclusiones fueron animadas por grupos de sacerdotes y consentidas, si no autorizadas, por los rectores de los templos ocupados, permitiéndose así que las iglesias se conviertan en lugar de reunión ilícita y en instrumentos de acciones reivindicatorias de carácter económico, social o político, para las que existen cauces legalmente establecidos.»

Las palabras del Gobernador ovetense no pudieron ser más acertadas, viniendo a ser un fuerte palmetazo para el señor Arzobispo y una buena lección para los «aggiornados» curas asturianos...

Congréguese a los fieles en los templos para actos puramente litúrgicos, espirituales o apostólicos, como se hizo siempre, actos como: el rezo del santo Rosario, la adoración al Santísimo, los ejercicios espirituales, los Retiros, las Misiones y tantos otros que ha suprimido el progresismo clerical secularizante y escandaloso de nuestros días. Y aún fuera de los templos, ¿por qué no demostrar por parte de obispos y sacerdotes la voluntad de detener la ola de ateísmo e inmoralidad que nos invade, organizando actos públicos o manifestaciones masivas de contraprotesta? Los que tratan de imita r a los «hermanos separados», vean cómo estos no pierden el tiempo amparando ridículas encerronas. Nos los dice el diario «ABC» el día 28 del pasado septiembre al pie de una foto tremendamente expresiva. En un país protestante, en Inglaterra, más de 250000 manifestantes, en su mayoría jóvenes, se dieron cita en Trafalgar Square, la célebre plaza londinenses, para apoyar una campaña contra la pornografía, que inunda torrencialmente la capital inglesa.

Pornografía que igualmente o peor se manifiesta en España. Y, sin embargo, ni los católicos ni los obispos españoles, amparadores de carnavalescas encerronas en los templos, se atrevieron a organizar ni siquiera amparar, manifestaciones de parecidas dimensiones, las que, por otra parte, tendrían sin duda alguna, el apoyo de las autoridades que las verían con muy buenos ojos.

2. «Oro Viejo»

Es ésta una frase feliz del Obispo de Albacete, doctor Ireneo García, que leemos en un escrito suyo, publicando el pasado septiembre en el boletín de aquella Diócesis. Es lástima que este prelado, de enorme valía, que lleva dentro un obispo de cuerpo entero, haga algunas veces concesiones al progresismo imperante, o porque a ello le empuja —como a tantos prelados— un sector de su clero joven o por no desentonar con la mayoría de nuestros obispos nuevos.

Habla del «pluralismo integrador», condescendiendo con el tópico de moda, y con la idea absurda de que los pluralismos ideológicos puedan integrarse en una acción pastoral coordinada y tranquila.

He aquí sus palabras que por entero suscribimos: «Al tratar de este pluralismo —dice el prelado albaceteño— no quiero dejar de hacer una observación: no hay que considerar como opciones plurales válidas solo las nuevas. Hay también «oro viejo» que no podemos desconocer o rechazar. Está en su derecho el sector del clero que pone en práctica con fidelidad una pastoral tradicional. Más aún ni humana ni evangélicamente se puede pedir a las personas formadas y ordenadas en la década del 40 que se identifiquen en todo con las formadas y ordenadas en la década del 60. Nuestra existencia humana es limitada, y no podemos estar tejiendo y destejiendo para quedarnos con las manos vacías. Al «oro viejo» hay que pedirle que siempre sea oro... Y a todo lo nuevo hay que pedirle que conozca y valores las raíces de la tradición para que no se quede en flor de un día...»

De acuerdo, señor Obispo. Esa es la auténtica evolución de la Iglesia: acomodar lo que de nuevo nos trae el correr de los días a lo viejo, a la tradición de los siglos, al oro purísimo de altos quilates que nos legaron nuestros santos antepasados. Es lo que sencillamente hizo siempre la Iglesia sin necesidad de «aggiornamentos», de pluralismos, mensajes y demás monsergas de hoy, ni siquiera de concilios... Sí, «oro viejo», lo que nos legaron «los de antes». «los de hoy», ¿qué nos legarán? mucho nos tememos que sea... pura bisutería.»

 
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