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¿Qué pasa? Semanario independiente

año 8, número 403 · Madrid, 18 septiembre 1971 · 20 páginas

 

El número de ministros y la seguridad del Estado

Por Manuel de Santa Cruz

Con motivo del conflicto creado por algunos psiquiatras de la Diputación de Madrid, se ha vuelto a decir que un Ministerio de Sanidad seria una panacea. El Ministro de la Gobernación ha opinado sobre el tema, diciendo brevemente que tendría más ventajas que inconvenientes. Otras veces se ha postulado un Ministerio de la Juventud, y también de la familia, o bien otro conjunto de la Familia, Juventud y Deportes. Los Transportes han tenido igualmente sus admiradores, que les han querido elevar a rango digno de ser atendido por un Ministerio propio. La reforma del anfiteatro de las Cortes Españolas, ampliando a veinte el número de puestos para el Gobierno, ha fomentado hace un par de meses el tema del aumento del número de Ministerios.

Un Consejo de Ministros numeroso es vulnerable; se han formulado muchas criticas al número elevado de carteras. No voy a hacer ahora un recuento de ellas; pero si quiero señalar en estas lineas un argumento más que no figura entre los habitualmente esgrimidos. En éste: la proliferación de Ministerios comprometería la Seguridad del Estado.

En los fenómenos donde intervienen hombres no se establecen relaciones de proporcionalidad, como para decir que a doble número de ministros, mitad de la seguridad. Hubo un Judas en el Colegio Apostólico, que tenia doce miembros, y no aparece otro similar al paso del tiempo en Consejos de más componentes. gobiernos minúsculos y casi militarizados han albergado traidores que han liquidado imperios, y, en cambio, otros gobiernos mayores y más democráticos han contenido sus contrastes de pareceres sin rebosar.

Estas situaciones inciertas y difícilmente controlables, como todas las humanas, no restan evidencia a la tesis de que los secretos de la Seguridad del Estado y de la nacional, parecidas y paralelas, pero distintas, se exponen más con el incremento del número de asistentes al Consejo de Ministros. Estamos ante un caso particular de una regla general vigente para cualquier reunión; es inseparable del concepto de secreto el carácter restringido del número de los que lo conocen. Si éstos son muchos, se denomina secreto a voces o secreto de Polichinela. Los moralistas, al tratar de la difamación, dicen que no se incurre en esa figura cuando en una población pequeña la cuestión deshonrosa divulgada era ya conocida por un número de personas entre seis y nueve.

Aumentar en uno el número de los ministros no equivale a aumentar en uno el número de los poseedores de un secreto, sino en mucho más. Este desciende, como una mancha de aceite, desde el vértice de una pirámide hacia sus amigos, colaboradores y altos cargos del nuevo Departamento que no asisten al Consejo. Infinidad de anécdotas de todos los tiempos y países muestran que los ministros desconfían no poco unos de otros en cuanto a discreción.

Antes seguridad nacional era casi sinónimo de segundad militar o policíaca, de orden público. Modernamente, la cuestión se complica con factores económicos y políticos tan importantes o más que esos clásicos. De tal manera que ya no basta que los ministros militares escondan a los demás las cosas de su competencia Ahora en un consejo de ministros con profusión democrática de carteras unos ministros tendrían que esconder a otros, imíalmente las grandes cuestiones políticas y económicas, lo cual no puede ser, porque su naturaleza exige necesariamente un estudio en común. Consejos de ministros numerosos, secretos de Estado a voces.

 
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