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¿Qué pasa? Semanario independiente

año 8, número 402 · Madrid, 11 septiembre 1971 · 20 páginas

 

Una triste historia, sin culpa de la Historia

Por P. Loidi

He leído en el diario «Madrid» (18-VIII-71) un articulo-reportaje de don Mario González Molina acerca de un monumento a ios héroes de Cuba y Filipinas. En su intención y en sus lineas generales me agrada extraordinariamente, y a ellas me sumo con este escrito. ¡Ojalá las fuerzas sanas del capital den una nueva fe de vida haciendo de este monumento un exponente de que el patriotismo no acaba de morir entre nosotros por más que algunos se empeñen en que desaparezca.

Refiere González Molina que, a raíz del desastre de 1898, el Ayuntamiento de Madrid construyó en el entonces recién creado Parque del Oeste un monumento de colosales proporciones y rico en figuras, símbolos y ornamentos, destinado a honrar a los soldados y marineros fallecidos en nuestras últimas guerras coloniales. En la Cruzada de 1936 quedó situado en plena linea de fuego, y de todos sus elementos, figuras, leones (mayores que los de las Cortes) y alegorías, no quedó piedra sobre piedra. En agosto de 1935, ahora hace seis años, el Ayuntamiento decidió construir un nuevo monumento a nuestros combatientes de Cuba y Filipinas, pero de menores proporciones y de mayor sencillez. Concurrieron a su llamada artistas de primera categoría, pero sus proyectos duermen en algún ignorado limbo de la Administración Municipal, de donde quiere sacarles ahora el articulista.

Termina el reportaje con este párrafo, que transcribo literalmente para luego completarlo y recitificarlo.

«Hay que decir que en el lugar donde se alzaba el anterior monumento a los héroes de nuestras guerras de ultramar se levanta actualmente la estatua ecuestre del Libertado Simón bolívar. Este cambio de destino no deja también de ser paradójico. La Historia, como un gran río, acaba por inundarlo e igualarlo todo.»

Una noticia complementaria puedo yo añadir. Este invierno, los guerrilleros de Cristo Rey visitaron de madrugada ésta y otras estatuas vecinas y similares y pintaron en sus pedestales, en visibles caracteres, las cuatro verdades del barquero. Tan convincente era su mensaje, tan evidente y de Pero Grullo, que alguien pensó que era innecesario de puro sabido y lo desfiguró con otros trazos de pintura. Quede el episodio como compensación de tantas cosas desalentadoras como se dicen de nuestra juventud, pregonando que buena parte de ella está sana y dispuesta a manifestar su ardiente patriotismo.

La rectificación que quiero hacer es en desagravio de la Historia. No, don Mario González Molina, no. No es la Historia la que hace las paradojas y lo iguala todo. Son hombres de carne y hueso, muy concretos e identificables, con nombre y dos apellidos, con foto y huella dactilar en el Documento Nacional de Identidad numerado. Pase que no quiera usted averiguar sus nombres, o si sabiéndolos no quiera o no pueda decirlos. Pero no le eche la culpa a la Historia, que es victima y no protagonista. Se lo digo con la mayor cordialidad, toda la que nace de nuestra comunidad de ideales y precisamente para servirlos. Porque una de las causas de la desgana y de la pereza que retrasan la restauración del monumento es la confusión, y la confusión nace de no llamar a las cosas y a las personas por sus nombres.

De todas maneras, le envío un fuerte abrazo por su patrótica tarea.

 
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