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¿Qué pasa? Semanario independiente

año 8, número 370 · Madrid, 30 enero 1971 · 20 páginas

 

Los Nasseristas

Por P. Loidi

De dos o tres años a esta parte ha ido floreciendo sin estridencias un nuevo vocablo —barbarismo— en el argot del mundillo político nacional. «Nasserista» es el tal nombre, que sin excesivo afán proselitista, más bien discretamente, se ha ido acomodando en el ajedrez ideológico situado encima del vulgo.

El otro día, al fin. llegó para mí inesperadamente la oportunidad de conocer a un «nasserista», de manos de un amigo común. Me causó una impresión excelente. Su patriotismo era vehemente y sincero en un grado que ya escasea de manera alarmante. Lo mismo puedo decir de su generosidad. Decía verdades como puños, de las que todos rumiamos esta temporada. Se despachó a su gusto, y al mío, contra la ONU, el capitalismo y los proyectos de colonización ideológica de los europeizantes. Por eso me cautivó y me alegré del encuentro. Hasta que salió lo del moro Nasser, como una ablución de agua fría sobre mi espinazo. ¡Qué denominación de más mal gusto! ¡Qué desatino!

A mí me repugnan los colaboradores de la Dinastía Usurpadora; pero acepto, en principio, que un español se presente como romanonista, maurista o canovista. Y si es más joven, de después de la guerra, que diga que admira a Fal Conde o a Hedilla. Lo que no me entra en la cabeza es la paradoja de que unos patriotas a carta cabal no hayan sabido encontrar en la secular historia de España unos materiales políticos idóneos para una construcción política original y autóctona, y se nos hayan ido nada menos que a Egipto a buscar maestro. Me parece tan desconcertante como que uno de mi tertulia nos trajera un día invitado a un señor que se profesara Abd-El-Krim-ista, o a otro que se titulara Mohamed Jiderista, o a un tercero que dijera en serio que la salvación de España estaba en el seguimiento de la filosofía política de Macías.

No es que yo sepa mucho de Nasser. Pero recuerdo que era fervorosamente mahometano, masón del grado 27; socialista, y amigo de los rusos, a los que ha ayudado notablemente a instalarse en el Mediterráneo, en el Mare Nostrum. De lo cual se deduce con seguridad que su filosofía política, si alguna tuvo, no podía estar inspirada en el Derecho Público Cristiano, que es la que cuadra a España y desea la inmensa multitud de católicos de nuestro pueblo.

Lo de titularse socialistas es muy gordo para cualquiera que no sea clerchi post conciliar. Porque ya nos vamos dando cuenta de que aquí ya nadie se titula comunista, por más que lo sea, sino socialista, que parece que inspira menos horror, por lo menos a los que no tuvieron en las trincheras de en frente a las milicias socialistas; en el País Vasco, el truco de los comunistas, es decir, que son de la ETA. Estos ardides no son excesivamente hipócritas, porque al fin y al cabo, Rusia se titula Unión de Repúblicas Socialistas y Soviéticas; no de Repúblicas Comunistas. Pero el tal «nasserista» amigo, al menos en potencia, quiso tranquilizarme con la noticia de que los que así han gustado de llamarse no son socialistas, sino nacional-socialistas. Cautela que me recuerda el agudo título que Álvaro de la Iglesia ha puesto a uno de sus libros sobre el hombre como animal racional: «Racionales, pero animales». Es decir, que «nacionales, pero socialistas». Y el socialismo, nacional e internacional, solamente es aceptado por la Iglesia Católica como sistema provisional para los pueblos salvajes recién condenados a la independencia, donde el Estado, o lo que sea. es el único que puede y tiene que hacerlo todo, porque el pueblo no ha bajado aún de la copa de los árboles. Pero este no es el caso de España.

Recibir con aire inocente dinero de los rusos, o de los chinos, o de donde sea, más parece mentalidad de zoco que de hidalgos españoles. entr eotras cosas, porque nadie da nada por nada, salvo las madres a sus hijos.

Con todo esto veo abrirse una importante tarea política. Por de pronto, respetar y querer a esos «nasseristas», que bastante hacen con mantener encendida la llama del más puro patriotismo desafiando a los intentos de la colonización europea y vaticana. Pero, en seguida, invitarles a estudiar, y ayudarles a ello. Que conozcan las instituciones políticas de León, en el siglo XII, y las de Castilla, en el XIII; nuestros grandes teólogos y filósofos del siglo de oro, la civilización de las Américas por las Españas; la Sagrada Escritura y los Padres de la Iglesia; las luchas contra la Revolución Francesa a lo largo de todo el siglo XIX; que lean a Mella y a colección de Acción Española: que estudien las raíces doctrinales de la Cruzada de 1936, y la historia del Carlismo; pero sólo hasta don Carlos Hugo, del que Dios nos libre. Y asi, y solamente así conseguirán salvarnos de la colonización europea masónica y capitalista, sin que en esa operación se les cuele y se nos implante otra colonización, marxista, mahometana y «nasserista».

¡A ver si hacemos ya, de una vez, entre todos, una España española!

 
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