¿Qué pasa? Semanario independiente
año 8, número 367 · Madrid, 9 enero 1971 · 20 páginas
Lo que se deja decir y publicar
Por León Tejedor
Los recientes acontecimientos que estamos viviendo como el terrorismo de la ETA, el proceso de Burgos, las agitaciones de los abogados de Madrid y Barcelona, las interrupciones de clases en la Universidad, los alborotos callejeros de obreros y estudiantes, ciertas huelgas por aquí y por allá, las encerronas en los templos, en los museos, en los monasterios; las negativas de ciertos letrados a defender a sus procesados, la oposición solapada de cierta prensa capitalista de Madrid y Barcelona a las instituciones del Régimen, la vergonzosa actitud de ciertos curas y obispos; en definitiva, la escalada constante sin prisa y sin pausa de sectores que abiertamente y sin rebozo se declaran en la oposición, no cabe duda que tiene sus motivaciones en actitudes variadas y diversas de aquellos que han sido encargados de velar y custodiar y hasta de «aperturar» al Régimen político surgido de la victoria de Franco en nuestra guerra de liberación. No es sólo una causa por la que hemos llegado a este estado, a esta situación en que hoy nos encontramos, sino muchas que podría ir enumerando.
Pero hoy me voy a detener en una de ellas, importantísima, capital, trascendental, en la que, a juzgar por los hechos, algunos organismos parecer ser que se han vendado los ojos a fin de no verla. Ignoro quiénes son los señores funcionarios encargados de la censura de libros, de velar porque no se conculque la doctrina política que orienta las actividades de nuestro Estado, de defender con nuestras leyes en mano el acervo ideológico que sustenta y vivifica la titánica lucha de nuestra recuperación económica, social y política, para que nuestro pueblo logre las metas conseguidas antes por otros y la dignidad de los españoles, su bienestar, su progreso y su engarce en esta Europa de la que en realidad desaparecimos allá por el siglo XVII. Los años de trabajo y de paz bajo el gobierno del Caudillo parece ser que no ya por grupos en el extranjero, sino situado en nuestro propio territorio, intentan echarlos por la borda para implantar ya el marxismo de Lenin o el de Mao; el anarquismo de Bakunin, el de Stirner o Cohn-Bendix; el socialismo de Largo, Besteiro, Brandt o tierno; la democracia de Moro, Colombo o Ruiz Giménez; el capitalismo que asoma por las redacciones del «Madrid», del «Ya», de «La Vanguardia», de «El Correo Catalán» y de algunos otros. Estos grupos y quizá alguno más, de agazapados en un tiempo, se están desentumeciendo y osan ya, con todo descaro, desafiar al Régimen e interrumpir la actividad cotidiana de la vida civil y política española. ¿Es que estamos sesteando, o sestean quizá los obligados a permanecer en constante y tensa vigilia en la defensa de unos ideales por los que en frentes y retaguardia dieron su vida un millón de hermanos? ¿Es que en los organismos competentes ya no le dan importancia a lo que se escribe y publica en España? ¿Acaso ignoran estos intelectuales tecnócratas, que ganaron su plaza por oposición, que el camino de las ideas es el medio más eficaz para minar una sociedad? De haber habido una orientación firme, segura, en sus negociados, es posible que nos hubiéramos evitado el que el pueblo se manifestara a favor de Franco, de su ejército y de sus Instituciones por las calles de todas las regiones, capitales y ciudades de la nación.
Porque, amigos lectores, vamos a ver lo que se está publicando en libros que acaban de colocarse en los escaparates de nuestras librerías con el «nihil obstat». Escojo dos, como podría escoger un centenar. El primero publicado por una conspicua Editorial de Barcelona, titulado «Estrategia judicial en los procesos políticos», escrito por Jacques M. Vergés, traducido del francés al castellano. En la primera página se lee: «EL APARATO ESTATAL, FORMADO POR EL EJÉRCITO, LA POLICIA Y LA JUSTICIA, ES EL INSTRUMENTO MEDIANTE EL CUAL UNA CLASE OPRIME A OTRA». El párrafo es de Mao Tse-Tung. Y el autor, abogado que fue del Frente de Liberación Argelino, a pesar de ser francés, termina en la contraportada del libro —no tengo espacio para detenerme en su análisis— con las palabras siguientes: «Hay dos estrategias en materia de defensa política: los procesos de connivencia en los que el acusado respeta las reglas del juego (acepta la legitimidad de las leyes por las que es juzgado, la competencia del tribunal, etc.) y los procesos de ruptura, como los de Sócrates o Jesucristo, en los que el acusado se erige en acusador de los representantes legales de un sistema injusto... Cuando los procesos no se desarrollan en la semiclandestinidad de las salas de los tribunales, sino que están abiertos a la publicidad mundial, los procesos de ruptura resultan más eficaces tanto para la idea defendida como para el interés individual del procesado». Esta obra fue escrita y publicada en Francia en 1968 pero en España y en nuestro idioma se ha puesto a la venta días antes de que comenzaran los procesos de Burgos contra los terroristas de la ETA. Omito todo comentario, porque el buen criterio del lector puede juzgar convenientemente lo que supone la aparición de este libro y en el momento en que se publicó.
El segundo de los libros tiene por autor a José Carlos Clemente, conocido periodista del nacionalismo catalán. Se titula «Cataluña hoy». Debiera más bien haberlo llamado «Cataluña hoy, vista por los "intelectuales” nacionalistas», por no llamarles separatistas, que es el calificativo adecuado. Clemente, con la moda que actualmente se estila de decir lo que él quiere pero en bocas ajenas, ha buscado una serie de sujetos de la política, del cine, del teatro, de la literatura de la prensa y de la música, todos ellos catalanes, claro está, y todos ellos militantes en la misma ideología, como si en Barcelona todos pensaran como estos respetables señores, para hacer una apología de su nacionalismo. El cantante Serrat aparece por dos veces, como literato (¿!) y como músico. Pero yo voy a detenerme únicamente en la primera de las figuras que presenta, la de José Andréu Abelló. Dice que es una de las personalidades catalanas que han vuelto del exilio. Fue diputado del parlamento catalán, presidente del Tribunal de Casación de Cataluña y presidente del Ateneo barcelonés. No dice en qué años, pero nos lo podemos figurar. Actualmente es abogado-consejero de importantes empresas de Cataluña, dato de relieve para lo que vamos a escuchar de este señor que ha vuelto a España para decimos y echarnos en cara, sin impedimento alguno, las siguientes palabras: «Gracias a los turistas y a nuestros trabajadores en el extranjero, que envían el dinero que obtienen con el trabajo bien remunerado que el país les niega, no por voluntad, sino por falta de valentía para afrontar la modernización de las estructuras, se puede mantener la ficción de una normalidad económica e incluso hablar de una progresión del bienestar. El ejemplo de esta clase obrera y media que labora por el mundo y hace converger con su austero sacrificio una sustanciosa corriente de divisas que ayudan a salvamos de la bancarrota de la balanza comercial, debería contrastarse con la actitud de una gran parte de la burguesía alta y del capitalismo de nuestra tierra, que en estos años de indudable privilegio han creado una corriente al revés, la que conduce su dinero, obra del trabajo de todos, hacia las discretas cuentas de la banca suiza o de otros países». Este largo párrafo puede leerse en las páginas 21-22, y con ellas se abre el libro. Más cosas dice, pero con las expuestas ya está bien para saber cómo sigue pensando este catalán que se marchó de España para salvar su pellejo y ha vuelto ahora para echarnos en casa lo que hemos leído. Porque también pide que se finalice la amnistía ya iniciada, y no la pide solamente a favor de los suyos, sino también de los que fueron enemigos.
Todo esto y más se escribe y se publica. ¿Cómo no íbamos a llegar a lo que hemos llegado recientemnete? Dicen los enterados, que un criterio rector oficial, en su gran liberalidad y en su línea de apertura, deja que se publique en España todo lo que se quiera decir con tal de que no se ataque a la persona de Franco. Bien está esto. ¿Pero es suficiente? A mi modo de ver, no y mil veces no. Porque se puede estar atacando, minando, destruyendo su obra, de modo solapado o abierto, que de todo hay, y si consiguen su propósito por la abulia de la censura que está para algo, la misma persona de Franco caería con su misma obra.
Dejar que se publiquen libros como éstos, y que las librerías están repletas de obras de este calibre, es colaborar indirectamente a lo que los enemigos de la Patria y del Régimen se están proponiendo: destruirnos a todos. Una juventud trabajada y formada a través de esta clase de lectura, con el tiempo da al traste con nuestras Instituciones, con el Régimen, y hasta con la misma unidad de España. Y porque así lo creo, así lo escribo.