¿Qué pasa? Semanario independiente
año 7, número 334 · Madrid, 23 mayo 1970 · 24 páginas
El equívoco del europeísmo
Por Álvaro D'Ors
«Nos parece especialmente luminoso para la nueva época de nuestras relaciones con Europa que estos días se ha iniciado, el artículo que el ilustre catedrático de la Universidad de Navarra, don Álvaro D'Ors publicó en la revista «Montejurra» de junio de 1963.» Decía así:
Entendámonos: como carlista que soy, no puedo ser nacionalista, pues el nacionalismo pertenece a la revolución liberal y de ésta el Carlismo vive libre; el Carlismo es hoy la única ideología y fuerza política que no está contaminada de liberalismo; de ahí su prestigio y su inmenso porvenir. Sobre la clara distinción entre el amor a la patria, que es una virtud clásica y excelsa, y, por otra parte, el nacionalismo, he escrito casi hasta la saciedad, pero trata de una distinción clave, olvidada la cual, todo queda en tinieblas.
Pues bien, sin ser nacionalista, quiero denunciar una vez más un espejismo en el que fácilmente pueden caer los que tienen mejor voluntad que prudencia: El espejismo del «europeísmo».
Los fautores del «europeismo» lo presentan como una superación de las estrecheces nacionalistas, y se colocan así a favor de la corriente innegable de los tiempos. Pero el «europeismo» es ante todo un encogimiento del universalismo católico.
Lo recordaré una vez más: Europa es la que suplantó a la Cristiandad cuando la Cristiandad se escinde por obra de la herejía protestante. Como no hablo para protestantes sino para católicos «que son o lo debieran ser», no hay falta de caridad en llamar a la herejía por su nombre, al revés, me mueve a ello el amor por las almas de mis hermanos que podrían llegar a creer, a fuerza de miramientos diplomáticos, que eso del protestantismo no es tan malo como nos lo pintaban. Europa —digo— es un producto de la Reforma.
Ahora lo que nos viene a decir el europeismo de algunos españoles es que no, que España no iba por buen camino; que los que tenían razón eran ellos, los extranjeros que se pervirtieron hasta suplantar la Cristiandad por la Europa; y que hay que aproximarse a ellos y «hacerse europeos». Así, si nos fijamos bien, eso de que España debía «europeizarse» lo solían decir aquellos que no se sentían orgullosos de la incontaminación del Protestantismo. Lo peor es que ahora dan en decirlo algunos que pretenden ser auténticos católicos, y la moda europeísta hace estragos.
Que España se integre en tal o cual grupo económico, militar, técnico en fin, que abarque otros pueblos europeos, eso puede estar muy bien, y no veo inconveniente en quien puede conocer la conveniencia decida la integración. Pero a título de conveniencia, sin necesidad de «europeismo». Y si la conveniencia está en acercarse a un grupo africano, americano o lo que sea, debe seguirse con tranquilidad. El mal no está en el hecho de una aproximación utilitaria, sino en la ideología mítica.
En el terreno de la ideología, España tiene razón y Europa no la tiene. Son ellos los que deben rectificar. No diremos que deban «españolizarse», pero sí que deben «cristianizarse».
Sería absurdo que en el preciso momento en que el mundo acabe por dar la razón a España, nosotros nos hayamos disfrazado de «europeos».
«Europeísmo», oro de mala ley, espejismo de oropel.