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¿Qué pasa? Semanario independiente

año 5, número 217 · Madrid, 24 febrero 1968 · 24 páginas

 

El almirante Carrero Blanco, la U.S.A., las derechas, las izquierdas y la libertad

Vamos a recoger dos de las jugosas, ejemplares respuestas definitorias que le dio el almirante Carrero Blanco. Vicepresidente del Gobierno español, al director de «Pueblo», don Emilio Romero. En ambas respuestas, magistrales por su enjundia política, por su ética civil y su lealtad a la España reconquistada y pujante, hallarán nuestros lectores un testimonio más de lo preclaro de las mentes y de la firmeza de las manos que comprenden, sirven y conducen los destinos de la Patria.

De la nación norteamericana, universalmente combatida y ultrajada hoy, ya sabemos por quienes, ha dicho el almirante:

——Los Estados Unidos, a los que su gran riqueza natural y la circunstancia de haber sido los árbitros de la victoria en las dos guerras mundiales, han dado una extraordinaria potencia militar y económica, y colocado en cabeza del mundo libre, con todas las graves responsabilidades que entraña el «peso de la púrpura», son hoy día muy discutidos, es verdad, par sus supuestos errores políticos. Es posible que en estas críticas haya un fondo de razón, especialmente en la creencia de que su sistema político es una panacea perfecta que vale para todo el mundo, incluso para pueblos de características sociológicas más dispares. Pero entiendo que también son víctimas de una enorme ingratitud, porque la realidad es que los europeos todos —y otros aún con muchos más motivos que nosotros, porque fueron beneficiarios del Plan Marshall— les somos deudores de la paz y de la libertad de que disfrutamos, porque es evidente que sin el esfuerzo técnico y económico de los Estados Unidos, ni la U. R. S. S. hubiera podido ser contenida en su indudable designio de caer sobre la Europa maltrecha de 1915, ni la reconstrucción de ésta hubiera sido posible ni estaría neutralizado, como lo está, todo el potencial bélico del bloque comunista.

En torno al ejercicio y disfrute de la libertad política, y al acomodo de cada cual a la que soberanamente elija para encastillarse en las posiciones de izquierdas o de derechas que les dé la real gana, el almirante Carrero Blanco le dijo a don Emilio Romero:

—Nuestro Régimen ha venido a superar la división entre derechas e izquierdas y todo cuanto suponga enfrentamiento implacable y sistemático de los españoles. Hay una libertad que no queremos: la de la autodestrucción. No sé si siempre es el interesado el mejor definidor de sí mismo, pero si usted me pide que me defina políticamente no tengo ningún inconveniente en hacerlo con toda claridad. Soy un hombre totalmente identificado con la obra política del Caudillo, plasmada doctrinalmente en los Principios del Movimiento Nacional y en las Leyes Fundamentales del Reino; mi lealtad a su persona y a su obra es total, clara y limpia, sin sombra de ningún íntimo condicionamiento ni mácula de reserva mental alguna.

Quizá disientan de estas radicales, luminosas declaraciones del almirante, los «norvietconguitos» ibéricos, sus hermanos, deudos y demás parientes de la revolución cósmica tallhardiana y de la revolución nórdico-católico-masónica que aspira, como en este mismo número de ¿QUÉ PASA? asegura don Pío Cardenal: que los católicos nos quedemos a dos velas, «una a Dios y otra al diablo».

Pero esto son digresiones. El meollo, lo fundamental de la cuestión es que con el almirante estamos los millones y millones de españoles y de católicos que votamos ¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! en el reciente Referéndum.

 
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