
¿Qué pasa? Semanario independiente
año 5, número 213 · Madrid, 27 enero 1968 · 24 páginas
¿A cooperar con el enemigo?
Por Francisco Manuel de las Heras Borrero
El comunismo, derrotado en el 39, se nos presenta con la anterior experiencia adquirida amoldándose increíblemente a determinados ambientes con una elasticidad habilísima. Uno de los ambientes a los que inmediatamente se ha reincorporado, si es que dejó de estarlo alguna vez, es el universitario.
En las universidades principalmente vemos cómo el comunismo trata por todos los medios de incubar su ambiente ideológico, y para ello nada mejor que empezar confundiendo a los demás. Sí, CONFUSIÓN; ese es su primordial objetivo, mucha confusión, mientras más mejor, de forma que se termine por no saber ni lo que se quiere. Son entonces los «estudiantes profesionales» los que, saliendo del gris segundo plano en el que actuaban, toman enteramente ya las riendas de la vanguardia estudiantil y sanean removiendo a placer las mentes de sus compañeros engañándolos con falsos espejismos y frases tergiversadas. Realmente esos estudiantes (?) exponen hasta el máximo; yo creo que ¡o exponen todo pero si esos líderes estudiantiles, llamémosles así, lo exponen todo es porque también lo tienen asegurado todo, de modo que ocurra lo que les ocurra, saben que siempre encontrarán el incondicional apoyo del PARTIDO; si los echan de España, encontrarán por medio de las llamadas «cabezas de puentes» otros ambientes y otros lugares donde operar; si los meten en la cárcel, cuando salgan ya saben que tienen ascendido un puesto en el escalafón del PARTIDO: si los multan, también sus camaradas le proporcionarán el dinero suficiente para ello, y así en todo.
Por tanto, considero estúpido en sumo grado que haya compañeros que se dejen guiar como mansos corderitos por esos adictos a Moscú sin saber, ni mucho menos, el mal que se están haciendo a ellos mismos y a los demás, ya que respaldando con el apoyo de su asistencia las manifestaciones que promueven los «profesionales» están preparando, abonando e incluso ahorrándo trabajo al enemigo, porque lo único que se consigue perturbando el orden público con tales manifestaciones es cooperar a la tarea del comunismo. Resulta absurdo y paradójico que no solo no consigamos ya nada positivo, sino que tiremos piedras contra nuestro propio tejado.
Entonces, pues, NO a las manifestaciones y demás actos que vayan contra el orden interno: no seamos tan ignorantes como para que proporcionemos al enemigo el arma con que luego nos asesine. La campaña tan intensa que ha montado el comunismo en el ambiente universitario es prueba evidente de lo que valemos y suponemos para el futuro de la nación. Si hay que defender nuestros derechos, se hará, pero nunca traicionándonos nosotros mismos; hay, sin duda, muchos medios legítimos y legales para conseguir lo que queremos, máxime si a lo que aspiramos es justo. Si para ellos el fin justifica los medios, para nosotros NO, y, por consiguiente, hay que tener cuidado con los mismos.