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Boletín de Prensa Comunista

n.° 569 · 22 junio 1967 · 67 páginas

Oficina de enlace del Ministerio de Información y Turismo de España

 

Índice de materias

I. España

La Revolución de Octubre y la lucha del pueblo español por la democracia y el socialismo, por Dolores Ibarruri (Tiempos Nuevos, Moscú, 7.6.1967), 2

II. Hechos y actividades
  Política internacional

Nota del Gobierno soviético a Israel (Izvestia, Moscú, 9.6.1967), 13

Los huéspedes extranjeros saludan al Congreso de los escritores (Literatúrnaya Gazeta, Moscú, 31.5.1967), 15

Declaración de los CC de los PC y obreros, de los gobiernos de Bulgaria, Hungría, RDA, Polonia, URSS, Checoeslovaquia y Yugoslavia (Izvestia, Moscú, 11.6.1967), 16

Una política loca y miope (Izvestia, Moscú, 10.6.1967), 19

  Los países satélites

Acerca de las conversaciones celebradas entre la delegación del PC rumano y la del PC griego se ha publicado el siguiente Comunicado conjunto (Scinteia, Bucarest, 3.6.1967), 27

Los lituanos preocupados por la defensa (Tiesa, Vilna, 1.6.1967), 25

Como era Lituania en 1942 (Komejaunimo Tiesa, Vilna, 26.5.1967), 27

III. Cuestiones ideológicas

Las formas “nuevas” del internacionalismo proletario, según los comunistas húngaros (Est & Ouest, París, 16 al 31.5.1967), 32

El artículo de Breitburd en “Novi Mir”, el realismo y las vanguardias (Rinascita, Roma, 2.6.1967), 39

IV. Comentarios

¿A dónde va China? (Tiempos Nuevos, Moscú, n° 23, 7.6.1967), 46

Impresiones de Extremo Oriente (Est & Ouest, París, 1-15.6.1967), 52

La URSS corrige su política hacia Malasia, 61

La Revolución de Octubre y la lucha del pueblo español por la democracia y el socialismo

(Por Dolores Ibarruri)

Tiempos Nuevos
Moscú.  
n° 23, 7.6.1967  

Al estudiar los acontecimientos que en el transcurso de la sociedad humana señalan épocas y determinan cambios fundamentales, el acontecimiento más trascendente y decisivo de esa historia nuestra, en constante devenir, es sin ninguna duda la Revolución Socialista de Octubre de 1917.

Una lejanía de medio siglo nos separa de esa revolución que marca una línea divisoria entre dos vertientes históricas, entre dos mundos, entre dos épocas.

Mas la trascendencia de esa revolución que inicia la Era del Socialismo en el mundo; hace que esa lejanía no entrañe separación ni ruptura, sino continuidad, con el diario quehacer progresivo y revolucionario de la clase obrera y de las grandes masas populares de todos los países en su lucha por transformaciones políticas, democráticas, económicas y sociales.

Y de la misma manera que la Revolución francesa de 1789 estaba presente en todas las revoluciones burguesas del siglo XIX, aunque no fuesen idénticas a aquella en la forma, así el Octubre revolucionario de 1917 está vivo y presente en todas las luchas liberadoras de nuestra época.

Nada comparable a esa epopeya revolucionaria que representaba la liberación de millones de hombres y de mujeres de una esclavitud secular; que abría cauce y camino y daba impulso al avance de la humanidad en su marcha hacia el Socialismo, que hoy es ya una realidad en la tercera parte de la Tierra.

“Diez días que estremecieron al mundo”, escribió lleno de pasión y entusiasmo el escritor y combatiente revolucionario norteamericano John Reed, refiriéndose a los momentos en que culminaba la victoria de los obreros y de los soldados en la Rusia de la autocracia zarista.

…De la Revolución Socialista de Octubre de 1917 no puede hablarse en pretérito, ni como de una efemérides, de un hecho glorioso, pero que fue, sino en presente. Octubre está en las conquistas políticas y sociales que los obreros arrancan a la burguesía en todos los países; está en la inestabilidad del mundo monopolista e imperialista. Octubre alienta en las luchas de los pueblos coloniales por su independencia nacional y social, Octubre de 1917 está en la base y en la entraña de la derrota del hitlerismo en la segunda guerra mundial, y en la formación del campo del socialismo con el grupo de países que la victoria soviética arrancó al dominio capitalista.

Octubre de 1917 vive en los sueños y aspiraciones de las jóvenes generaciones de trabajadores e intelectuales que en cada país luchan por la supresión de las desigualdades sociales y de la miseria. Que sueñan en las grandes y heroicas empresas, que un día serán realidad, de dominar las fuerzas y los secretos de la Naturaleza y de la ciencia; de hacer del Cosmos un océano navegable al servicio de los hombres, y cuyo camino han abierto ya a la juventud del mundo los audaces cosmonautas soviéticos.

Por su carácter socialista, la Revolución de Octubre desbordaba los límites y las fronteras de Rusia. Era una revolución de carácter universal.

…Nosotros, los hombres y las mujeres, combatientes de la vieja generación, hemos crecido mirando siempre con ilusión, con respeto, con agradecimiento, con confianza mientras luchábamos, hacia el pueblo soviético, hacia el país soviético, que abría para todos los pueblos el camino del Socialismo, tomando para sí la tarea más dura, la más difícil, la más ingrata, la más gloriosa. La de ser los primeros en la lucha y en el sacrificio. La de desbrozar el camino del Socialismo. Y ese recuerdo se lo transmitimos como una herencia sagrada a nuestros hijos y a nuestros nietos, y hacemos todo lo que está en nuestras manos para que las nuevas generaciones de combatientes comunistas no olviden nunca lo que la Unión Soviética, lo que el primer país socialista, significa y representa en su vida, y en la vida de todos los pueblos, en la vida de la clase obrera mundial, en la vida de los hombres del trabajo y de la ciencia.

* * *

Yo quiero referirme al eco que la Revolución de Octubre halló en nuestro país en aquellos días fundacionales, cuando sobre el horizonte del mundo flameaban triunfadores las rojas banderas de la Revolución Socialista.

El año 1917 fue en España, a pesar de que no participaba en la guerra mundial, un año tempestuoso de luchas obreras y campesinas; de rebeldía en el ejército, de choques entre las fuerzas armadas y los obreros y los campesinos.

En el ambiente social español que estaba al rojo vivo después de una huelga revolucionaria en agosto de ese mismo año, que hizo tambalearse a la monarquía, la Revolución de Octubre, como una marca ascendente, volvió de nuevo a remover todo el sedimento revolucionario que existía en el fondo de la sociedad española. Grandes huelgas e insurrecciones campesinas contra las que fue lanzado el ejército mostraban la voluntad combativa de los trabajadores españoles.

España fue uno de los países en donde, existiendo enormes posibilidades revolucionarias, éstas no se convirtieron en revolución por no existir un partido socialista revolucionario. El movimiento obrero y campesino español estaba dirigido por socialistas reformistas y anarcosindicalistas. Las repetidas derrotas de las luchas obreras y campesinas, no obstante la extraordinaria combatividad de la clase obrera, de los intelectuales y de los campesinos, mostraban la impotencia de esas direcciones para llevar a cabo la revolución que estaba latente en España.

Ante la clase obrera se planteaba la necesidad de constituir un partido apoyado en una teoría revolucionaria científica, que no podía ser otra que el marxismo, enriquecido con la experiencia de la revolución triunfante en Rusia, capaz de organizar y dirigir la lucha por la democracia y el socialismo, tantas veces fracasada.

Y en España, como en tantos otros países, en lucha con el reformismo y el anarco-sindicalismo, fue organizado el Partido Comunista, que tan importante papel iba a jugar en las luchas en nuestro país.

Al constituirse el Partido comunista, cuya base fundamental era la juventud, el ímpetu combativo de ésta llevaba al recién constituido partido, y como reacción frente al reformismo que había frenado la revolución, a posiciones extremistas, tan justamente criticadas por Lenin en su libro La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, enfermedad que en no pequeña parte impidió que los partidos comunistas se convirtiesen en partidos comunistas de masas y en verdaderos dirigentes de la lucha revolucionaria de la clase obrera y de los campesinos.

En aquel periodo, y yo hablo por nuestra propia experiencia, por la experiencia española, aunque conozco la de otros países, para los comunistas se consideraba un pecado contra natura todo compromiso o acuerdo con otras fuerzas o grupos políticos que no aceptasen las opiniones comunistas y se negaba la posibilidad de toda etapa intermedia en el desarrollo de la revolución.

La consigna “clase contra clase” llenaba toda nuestra vida y nuestra actividad. Y en esa clase que veíamos frente a nosotros metíamos desde la gran burguesía hasta la burguesía pequeña y media, sin comprender que en muchos casos esta burguesía no era siempre reaccionaria y que podía ser nuestra aliada, y que incluso, en determinados casos, hasta con la gran burguesía pueden ser establecidos acuerdos o compromisos, sin que ello signifique abandono de posiciones revolucionarias. Criticando Lenin estas posiciones infantiles de los comunistas izquierdistas, decía irónicamente:

“¡Es sorprendente que, con semejantes ideas, esos izquierdistas no condenen categóricamente el bolchevismo! ¡No es posible que los izquierdistas alemanes ignoren que toda la historia del bolchevismo, antes y después de la Revolución de Octubre, está llena de casos de maniobra, de acuerdos y de compromisos con otros partidos, incluidos los partidos burgueses…!”

Y Lenin ponía en guardia a los comunistas de todos los países para que tuvieran en cuenta con estricta objetividad en su táctica no simplemente el estado de ánimo revolucionario de las masas, sino todas las fuerzas en presencia en el país donde debían actuar, en los países que le rodeaban y en todos los Estados en escala mundial, así como la experiencia de otros movimientos revolucionarios.

Lo que era justo ayer, en esos consejos de Lenin, en ese ayer de 1920, cuando sólo existía como país socialista la Unión Soviética, lo es tanto más justo hoy cuando del campo imperialista y capitalista se han desprendido países tan importantes como Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Yugoslavia, Albania, Bulgaria y la Alemania democrática en Europa. Cuba, en el continente americano; China, Mongolia, Vietnam y Corea del Norte en Asia. Cuando el sistema colonial imperialista se ha desmoronado.

Y no es posible cerrar los ojos ante esta situación nueva, cuyas raíces están en la Revolución Socialista de Octubre y que obliga por la fuerza de la necesidad a transformaciones básicas y estructurales en el propio mundo capitalista, lo que no quiere decir que haya perdido toda capacidad de resistencia y que ya todo el monte sea orégano para nosotros.

Y hoy, lo mismo que ayer, cometeríamos un error si pretendiéramos adaptar la vida a unos esquemas teóricos, en lugar de adaptar la teoría a la realidad de cada país, conforme a los rasgos originales de su economía, su política, su cultura y su composición nacional o multinacional, &c.

El Partido Comunista de España, repito, que como muchos otros partidos padeció de la enfermedad infantil, criticada por Lenin, supo sobre la marcha corregir, no sin sangre, esa enfermedad de juventud.

Y al hacerlo, fue transformándose en un gran partido de masas, en una gran fuerza política organizada en España y en el partido más importante de la Internacional Comunista después del partido soviético. Ello hizo posible la organización de la resistencia popular frente a la sublevación de la reacción española y a la intervención del fascismo extranjero en España, de 1936 a 1939.

En el transcurso de nuestra guerra nacional liberadora, en la que el pueblo español aparecía como el primer resistente al fascismo, se vivió en nuestro país una experiencia política que no ha existido en ningún otro país y que está en la base de la amplísima política nacional democrática actual del Partido comunista en la lucha contra la dictadura franquista… Es la experiencia de gobiernos pluri-partidistas. En España actuaron coaliciones gubernamentales pluripartidistas, en las que participaban representantes de la burguesía republicana moderada del Partido del Presidente de la República; republicanos de Martínez Barrio; representantes burgueses del regionalismo catalán, del movimiento nacionalista católico vasco; representantes del Partido Socialista y del anarco-sindicalismo y representantes del Partido Comunista de España.

Con esos gobiernos fue realizada la reforma agraria, entregándose la tierra de los grandes propietarios –que apoyaban la sublevación antirrepublicana– a los campesinos. Se solucionó en principio el problema nacional reconociéndose oficialmente la existencia y el derecho de distintas nacionalidades y concediéndose el Estatuto Autonómico al país vasco. Se nacionalizó el Banco de España, y el gobierno se incautó de les fábricas y empresas abandonadas por sus dueños. Se abrieron institutos y universidades a los trabajadores jóvenes que recibieron subsidios del gobierno para que pudieran estudiar. Se organizó el Ejército Popular y se crearon las condiciones para un desarrollo político, económico y social, como no habían existido antes en España.

Se argüirá, quizás, que esto fue en período de guerra. Cierto. Pero si la República hubiese vencido ese régimen se hubiera mantenido y desarrollado en España, porque el Partido Comunista, que era la fuerza más influyente entre las masas populares, se hubiera opuesto a cambios contrarios a la voluntad del pueblo, como se opuso con eficacia a los ensayos de un llamado comunismo libertario, que los anarquistas trataron de imponer violentamente en ciertas zonas donde ellos tuvieron un tiempo influencia predominante. Esta política unitaria defendida por los comunistas había calado de tal manera en nuestro país, que incluso un hombre como el Presidente de la República, Don Manuel Azaña, que no tenía nada de común con los comunistas, pero que era un hombre de realidades, comprendiendo la importancia de la unidad establecida entre les fuerzas democráticas y obreras, declaraba públicamente: “Que aquella unidad había que mantenerla no solo en la guerra, sino después de ésta, pues sólo así podrían solucionarse los difíciles problemas de la postguerra”.

Sin embargo, esto no era lo ideal; porque en esa coalición faltaban sectores decisivos de la burguesía nacional que ellos mismos, por su participación en la sublevación franquista, se había excluido de la dirección de la vida nacional, negándose a aceptar, en 1936, el resultado de las elecciones que dieron el triunfo a las fuerzas democráticas.

Hoy el Partido Comunista defiende y propugna una amplísima política de coalición con todas las fuerzas de oposición al régimen, incluso con esas fuerzas burguesas que ayer lucharon contra la República y que hoy forman en el campo de la oposición a la dictadura.

…Nosotros, españoles, nos encontremos cada día con un hecho ante el que no podemos cerrar los ojos. Y es que las viejas catalogaciones políticas en derechas e izquierdas establecidas según criterios de hace treinta o cuarenta años no corresponden en muchos casos a la situación de hoy. Y sería por nuestra parte un serio error no tener en cuenta, en nuestra actividad política, las modificaciones que se han producido en este sentido.

Mientras viejos dirigentes social-demócratas y anarco-sindicalistas y republicanos viven añorando el pasado y haciendo alarde de un anticomunismo cerril, la lucha contra la dictadura se desarrolla en España sin ellos. Y en esa lucha, los comunistas coinciden, se encuentran y marchan juntos, hombro con hombro, con grupos de jóvenes socialistas que en muchos casos no están de acuerdo con sus dirigentes, pero fundamentalmente nos encontramos con los trabajadores católicos, con los estudiantes y los intelectuales de diversas formaciones políticas y filosóficas.

Y sobre la marcha, en la lucha contra la dictadura franquista, van perfilándose los contornos de una alianza de las fuerzas del trabajo y de la intelectualidad que son la esperanza y la base del futuro democrático de España.

Nosotros sabemos que la empresa no es fácil, pero marchamos con seguridad, guiados por una brújula que no marca derroteros falsos: por el marxismo-leninismo.

Y marchamos con optimismo porque tenemos confianza en nuestro pueblo, en esa joven generación que ha nacido bajo el signo del franquismo, pero que éste no ha podido conquistar.

Se desarrolla en España, a pesar de la dictadura, un movimiento democrático de características específicas que no existió antes, ni en España ni en ningún otro país de régimen fascista. Se desarrolla, en primer lugar, la lucha de la clase obrera que, frente a los sindicatos fascistas, impuestos por el gobierno, crea sus propias organizaciones originales reagrupándose en torno a las comisiones obreras, que nacen en las fábricas, en las minas, en los talleres, que rechazan la organización impuesta por la dictadura.

Se produce la lucha de los empleados de Banca, de esos trabajadores de cuello blanco y de sueldos mezquinos por cuyas manos pasan los millones de los grandes capitalistas.

Existe la rebeldía de los profesores de todas las universidades de España en lucha por una universidad democrática.

Se vive la lucha de los estudiantes universitarios, de los estudiantes de Institutos y Escuelas industriales, incluso de las Universidades Católicas, que luchan por un sindicato universitario democrático, que se solidarizan con la lucha de los obreros y que pelean con la policía defendiendo a los trabajadores en huelga.

Y existe algo más que muestra la hondura de los cambios que se producen en nuestro país y la justedad de la política del Partido Comunista, cuando proclama su voluntad de marchar unidos con los católicos y con todos los que luchan contra la dictadura, sin discriminaciones sectarias y antidemocráticas.

No hace mucho, la Juventud Estudiantil Católica, como protesta ante una actitud reaccionaria de las viejas jerarquías eclesiásticas, que nada han aprendido y nada quieren aprender, se ha separado de Acción Católica declarando públicamente su disconformidad con la política reaccionaria de esas jerarquías.

En la Iglesia católica, especialmente en el bajo clero, existe una latente rebeldía no sólo frente a la dictadura, sino frente a las jerarquías integristas, que querrían volver a los viejos tiempos en que todo crimen contra la conciencia y contra la vida misma de los hombres les era permitido.

En el pasado mes de marzo, un sacerdote católico vasco, el padre Arbeloa, ha sido procesado por publicar un artículo en el que denunciaba los crímenes fascistas cometidos durante la guerra. Ante el tribunal que pedía para él varios años de prisión por ofensas al régimen, este sacerdote vasco declaró:

—Yo estoy en contra de los que mataban curas e incendiaban iglesias en el campo republicano. Pero estoy también en contra de quienes destruyeron Guernica; en contra de quienes, en nombre de Dios, fusilaban a gentes inocentes en las carreteras de Navarra, en contra de los terribles crímenes cometidos en Badajoz, asesinando a familias enteras por el delito de ser republicanos.

Y cuando el fiscal quiere hacerle callar, diciéndole que todo eso son invenciones de los rojos, este sacerdote vasco responde con dignidad:

—Mi padre era carlista y cayó en la guerra el mismo día que fue arrasada Guernica, Y en cuanto a que no sea cierto lo que denuncio, aquí están los testimonios.

Y ante el tribunal presenta las cartas de las familias donde denuncian sin lugar a dudas los hechos relatados por el padre Arbeloa.

Y este tribunal, que quería acallar con largos años de cárcel la voz acusatoria de un hombre honrado, se vio obligado a retirar la acusación.

Estos son signos de los tiempos que muestran cuál es la situación de la dictadura y que confirman la razón que asistía al Partido Comunista cuando, al ser aplastada la resistencia republicana, dijo al pueblo español, obligado a rendir las armas: “¡La lucha no he terminado!” Y la lucha continuó a pesar del sangriento terror desencadenado por los llamados vencedores. Y es en esa resistencia popular, nacional, encabezada por la clase obrera, que no han podido quebrantar ni las prisiones, ni las horcas, ni los pelotones de ejecución, donde se estrella la dictadura franquista, donde ha comenzado su derrumbamiento.

En la revista francesa Nouvel Observateur del mes de febrero de este año se ofrecía un cuadro impresionante de las luchas de nuestro pueblo en la hora actual.

“En el transcurso de diciembre y enero –dice la revista francesa– estallaron huelgas en Madrid, en Asturias, en el País vasco, en Cataluña.

El viernes, 27 de enero, fue el enfrentamiento: saliendo de las fábricas, los cien mil obreros del cinturón industrial de Madrid boicotean los transportes. Y formando inmensos cortejos, forzaron en parte las barreras de la policía armada y se extendieron por las diversas plazas de la capital. Fueron detenidos 500 trabajadores.

Sábado, 28 de enero: respaldados por los estudiantes madrileños, 30.000 huelguistas exigen la liberación de sus camaradas.

Las fábricas de camiones Barreiros con 7.000 obreros y la empresa aeronáutica de Getafe son ocupadas por los obreros. Sólo a las 4 de la mañana consigue la policía desalojar las fábricas.

Lunes, 30 de enero: 55.000 huelguistas en Madrid, 15.000 en Asturias, 12.000 en Barcelona, numerosos millares en Sevilla, exigen la libertad de sus camaradas detenidos.

El martes, 31 de enero: el gobierno pone en libertad a los activistas sindicales madrileños.”

¿Es éste el Petrogrado de febrero de 1917? No, es el Madrid que lucha contra la dictadura y por la democracia, y que hoy, como en 1936, “late con pulso de fiebre”. Es el Madrid, de ayer y de hoy.

Es la hora de la España que sufre y que lucha contra la dictadura, de la España donde se honra públicamente a los defensores de la República, donde se grita la esperanza en el próximo mañana de libertad.

El proceso que lleva a la desaparición de la dictadura es irreversible.

Y la clase laboral, con sus comisiones obreras; y los empleados y los hombres de profesiones liberales; y los campesinos y la intelectualidad, y los comunistas y los católicos, y todas las fuerzas de oposición avanzan firmes y seguras hacia el futuro que amanece.

/mrh.  

(páginas 2-11.)

Nota del Gobierno soviético a Israel

Izvestia
Moscú,  
9.6.1967  

El Gobierno soviético ha enviado el 7 de junio al Gobierno de Israel la siguiente nota:

«De diversas fuentes llegan informaciones según las cuales la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el alto el fuego y el cese de todas las actividades militares no ha sido cumplida por parte israelí. Israel ignora abierta y ostentosamente esta resolución y continúa la guerra contra los países árabes.

Esta postura del Gobierno de Israel reafirma una vez más la naturaleza agresiva de vuestra política que viola las normas elementales de las relaciones internacionales y que supone una abierta infracción de los principios y fines de la Carta de la ONU.

El Gobierno soviético ha advertido con toda su determinación al Gobierno de Israel contra la aplicación de su política de agresión y aventuras. Sin embargo, los gobernantes israelíes no han escuchado la voz de la razón.

Si en este momento el gobierno de Israel no cumple inmediatamente la exigencia general de los estados sobre el cese incondicional del fuego, expresado en la resolución del Consejo de Seguridad, la Unión Soviética revisará sus relaciones con Israel y adoptará una decisión sobre el mantenimiento de las relaciones diplomáticas con Israel, que con sus acciones se pone frente a todos los estados amantes de la paz.

Ni que decir tiene que el Gobierno soviético examinara y pondrá en práctica las medidas necesarias para salir al paso de la política agresiva de Israel.»

A.P./mrt.  

(páginas 13-14.)

 
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