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Boletín de Prensa Comunista

n.° 563 · 2 junio 1967 · 55 páginas

Oficina de enlace del Ministerio de Información y Turismo de España

 

Índice de materias

I. España

Franco acaba de amordazar a la Prensa española (L'Humanité, París, 22.5.1967), 2

España en la prensa comunista, 3

II. Hechos y actividades
  Política internacional

Mensaje del Presidente de la RSR, Chivu Stoica, al Rey Constantino de Grecia, para pedir que se respete la vida de los “patriotas y de los demócratas griegos” (Scinteia, Bucarest, 30.4.67), 10

Tratado de amistad, cooperación y ayuda mutua entre la URSS y Bulgaria (Pravda, Moscú, 14.5.67), 12

Las enmiendas de la Constitución (Les Nouvelles Yougoslaves, Belgrado, abril 67), 17

  Mundo soviético: política interior

Informes sobre arrestos y juicios de intelectuales ucranianos 1965-1967 (Prolog, New York, marzo 1967), 20

  Mundo soviético: el turismo

Las instrucciones de Literaturnaya Gazeta, para turistas americanos (Literaturnaya Gazeta, Moscú, 9.5.1967), 25

  Mundo soviético: la vida cotidiana

“El diablo ha sido rehabilitado” (Krokodil, Moscú, n° 11, abril 1967), 27

  Mundo soviético: la vida literaria

Algo sobre la crítica literaria en la Unión Soviética (Kommunist, Moscú, n° 6, abril 1967), 29

  Mundo soviético: la vida agrícola

La nueva reforma agrícola en marcha, 35

El campo: Trabajo de vanguardia (Komsomolskaya Pravda, Moscú, 11.5.1967), 38

  Los países satélites

Lituania Soviética en la exposición mundial de Montreal (Tiesa, Vilna, 20.4.1967), 40

Para que palpite el corazón (Tiesa, Vilna, 1.5.1967), 42

En el espíritu del internacionalismo proletario (Scienteia, Bucarest, 30.4.1967), 43

Las víctimas del fascismo vivas en los corazones de los lituanos (Tiesa, Vilna, 9.5.1967), 49

Algo sobre la crítica literaria en la Unión Soviética

(Por A. Metechenko)

Kommunist
Moscú,  
n° 6, abril 1967  
(Resumen)  

1.

“No hay que poseer una gran visión para notar el hecho de que la crítica literaria actual se ha convertido en algo verdaderamente vital. Su metodología se perfecciona, se enriquece y afila sus criterios; poco a poco van desapareciendo el viejo método de valoración de las obras sin tener en cuenta su diversidad artística, su individualidad creadora del autor. Vivimos en los momentos precisos cuando se pueden admirar los intentos de llegar comprender el quid de la cuestión literaria que en cada obra tiene sus peculiaridades de expresión.

“La crítica se encargó de ocupar un lugar de honor en los periódicos y revistas y, lo esencial de ésta es que llegó a encontrar el camino que conduce hasta el lector. Desde las páginas de las publicaciones periódicas, muchos de los artículos críticos pasan a engrosar las páginas de folletos especialmente editados, que no se manchan de polvo en los almacenes ya que se venden con facilidad sorprendente…”

He aquí como comienza el artículo del conocido crítico soviético A. Mestechenko, que en realidad presta interés ante todo por estar recién escrito y ser de los pocos que tratan de este viejo tema y después, por el hecho de que leyéndolo podemos hacernos una idea de lo que en realidad representa la crítica soviética de ayer y de hoy.

Tan solo vale la pena detenerse por un momento en la tercera frase del artículo:

“En los trabajos de crítica publicados en la actualidad, existen no pocos hechos subjetivos, hechos que retroceden ante el realismo socialista, hechos apolíticos, originales en cierto modo y arbitrarios.

“La complejidad de los problemas presentados en la etapa actual exigen un desarrollo ulterior de las discusiones que han ocupado en nuestra vida durante estos últimos años un puesto de honor y en los que se encuentran las de los problemas de las revistas. Existe por lo tanto el hecho indispensable en llegar a llevar a cabo (aunque fuese anualmente) la crítica correspondiente de las ediciones de revistas del país y de esta forma a estas ediciones”.

Es precisamente el fin que persigue este artículo que analiza una serie de críticas llevadas a cabo en la revista Novy Mir.

Como era de esperar, el autor de estas líneas ha escogido la revista Novi Mir, por cierto la más discutida en todas las épocas en la Unión Soviética y se preocupa desde los primeros renglones en criticar la crítica de esta publicación.

Ya al comienzo de la crítica, después de remarcar que ciertos “críticos de la revista continúan machacando una misma idea, que surge en las páginas de Novi Mir repetidas veces, sobre un mismo tema y firmado por distintos autores, de este modo convirtiéndolo en axioma, Mestechenko “va derecho al grano” y afirma:

“No podemos dejar de apreciar el papel desempeñado por la revista Novi Mir y de otras revistas literarias, para vencer una serie de hechos del pasado no lejano aún en lo referente al dogmatismo, ilustración, en la lucha contra una serie de obras malas, sin gusto escritas, con lo que respecta a le crítica literaria”.

“Sin embargo –continúa el autor de estas líneas– a pesar del valor positivo que tiene esta labor de la mencionada revista literaria para limpiar al campo literario de teles malas hierbas, debemos hacer constar que desde los tiempos de Belinski el problema de la crítica consiste en descubrir los valores de la obra tanto estéticos como sociales. Por desgracia la parte aportada por la sección de críticas de esta revista es mucho menor que las posibilidades reales que tiene esta publicación para tales objetivos.”

“Una serie de ideas propagadas en la crítica de la mencionada revista, son en realidad poco fructíferas. Y, precisamente no son casuales ni casos particulares, sino que simplemente nos referimos a una interpretación muy particular y peculiar de los problemas fundamentales del realismo socialista, tales como los de los héroes de distintas obras, de la realidad artística y de la maestría o arte con que se escribe la obra.”

2.

Después de asegurar que las cuestiones litigiosas sobre los héroes de la literatura contemporánea soviética reinciden precisamente en el hombre y en la representación literaria, tal y como lo es en la vida real, el autor de estas líneas vuelve a cargar contra la revista Novi Mir:

“Hace algunos años, la sección crítica de Novi Mir era partidaria de que la creación del así llamado héroe positivo de la obra literaria, era nada menos que el problema número uno de la literatura soviética.”

Y después de citar textualmente una serie de trabajos críticos sobre los héroes de las novelas, a su debido tiempo criticada por l sección de esta revista que exclamaba aquello de: “Dónde se encuentra el héroe positivo, que deseamos conocerlo”, el autor de estas líneas dice:

“No son mis deseos juzgar lo ocurrido, más sin embargo en un tiempo bastante breve, la sección crítica de Novi Mir cambió de parecer y en ella el héroe, el tipo de héroe de nuestra época, quien dentro de su alma lleva el fuego de la heroicidad, cedió ante el héroe cuyo heroísmo está taponado o simplemente no existe. Yo diría más: en uno de los artículos publicados en las páginas de esta revista (nº 8, 1966, pág. 245), este tipo de héroe de nuestra sociedad, tipo claro y reluciente, es tratado de modo irónico. Ocurre que la orientación que reina en la actualidad sobre el héroe contemporáneo en esta publicación es en el tipo precisamente denominado “el hombre pequeño”. En este artículo, defendiendo dicha posición, se aseguraba:

“La gloria de la literatura rusa en el mundo consiste precisamente en que ésta presta toda su atención al hombre corriente, al hombre “pequeño”. Claro que debe entenderse que no es algo contradictorio el empleo de héroes resplandecientes, pero esto no puede servir de ejemplo o de principio para toda la literatura en general.”

Y el autor de estas líneas se hace la pregunta:

–¿Cuál es la razón va que esto sea así en la redacción de Novi Mir?…

Uno de los críticos de la revista responde:

“…Somos y estamos educados en la literatura rusa y en sus principios democráticos, en sus joyas…”

El autor de estas líneas comienza e reflexionar sobre el nuevo tipo de humanismo para con el hombre de la calle en la Unión Soviética, llegando a la conclusión de que éste sería bien empleado en la Rusia de los Zares, cuando existían pobres y ricos, pero sería erróneo emplear el mismo método en la Rusia soviética.

Al mismo tiempo, el autor se pregunta:

“¿Por qué razones debemos sentir en nuestra época por Akaki Akakievich muchas más simpatías, por ejemplo, y no por los héroes contemporáneos de la literatura soviética?…

¿Por qué estos héroes deben retroceder ante los del Patio de Matrena, obra de Solzhenitsyn?…

Y continúa: “A. Solzhenitsyn concentró toda su atención sobre una serie de defectos que sin duda alguna poseen el derecho de ser reflejados en nuestra literatura. Pero hay que hacer constar que su verdadero lugar y papel jugado puede ser tan sólo bien entendido cuando estos héroes no estén aislados artificialmente del proceso general de formación de las personas en la época del socialismo.”

Al hablar de los problemas planteados sobre el particular por una serie de escritores y redactores de revistes contemporáneas soviéticas, las que son partidarias de otra tendencia en la literatura moderna de Rusia, y en particular que les parece agradar sacar a relucir tan solo el así llamado “hombre pequeño”, Menchenko subraya:

“Precisamente estos ejemplos (habla de los “héroes positivos” de las obras literarias rusas), los Chapaiev, &c., son los verdaderos descubrimientos de la literatura soviética y del papel jugado por cualquier tendencia o período literario de un pueblo se puede juzgar, ante todo, al comparar a éste con el periodo anterior y apreciar cuál reportó más valores. ¿Por qué razón se debe poner en duda hoy a esta tradición del arte realista socialista?… En realidad no vale la pena ver de que tal o cual escritor tenga gran mérito, por el simple hecho de que sus héroes “son hombres simples, que no ocupan grandes cargos de responsabilidad y que en la mayoría de los casos no tienen siquiera instrucción superior”, como afirman los críticos en las páginas de la revista Novi Mir" (nº 9, 1966, pág. 249).

Creo que ningún escritor o crítico serio no tiene derecho a compartir la opinión de la heroína de la novela de Seminá Siete en una misma casa cuando ésta asegura que “el único dirigente honrado que ha encontrado en su vida fue el hermano de su esposo, muerto ya hace muchos años, ya que en vida tales no ha conocido, ni leído en los libros” (Novi Mir, nº 6, 1965, pág. 65).

“Por desgracia –continúa el autor de esta crítica– frases como estas están en moda de lanzarse en las páginas de las novelas, cuentos y obras teatrales”.

A. Metchenko no economiza ni frases ni tinta por intentar comprender a la crítica de la revista Novi Mir, quien según él se desvía completamente de la tarea implantada y de las obligaciones que tiene la crítica soviética ante el pueblo.

Según explica o da a entender este crítico, la sección de crítica literaria de la mencionada revista intenta a fuerza de citas de Plejanov, de Marx, de Engels y de Lenin aclarar la innecesaria labor que lleva a cabo el escritor al crear del hombre soviético un héroe positivo de sus obras, sin tener en cuenta que es precisamente el hombre chico, o el de la calle, quien es el verdadero héroe en masas. Criticando esta nueva tendencia de “algunos” escritores soviéticos, Metchenko acusa al crítico Lekshin sobre todo. Además acusa a estos críticos de haber empleado las conocidas estrofas de la canción La Internacional, que como recordaremos dice:

“Ni en dios, ni en reyes, ni en tribunos
está el supremo salvador…”

3.

Otros de los problemas planteados por la revista Novi Mir y criticada por el autor de estas líneas es el problema de la verdad grande y pequeña.

Metchenko critica la posición de algunos críticos de la revista Novi Mir, quien aseguran, parafraseando a Lenin, que la verdad grande está compuesta de una serie de verdades pequeñas.

Después de no poco escribir en defensa de un punto de vista que el crítico mantiene por la sencilla razón de que es el punto de vista del partido y del gobierno, o mejor dicho de los actuales dirigentes del Estado soviético, cosa muy peculiar en Rusia de todos los tiempos y épocas, el autor de esta artículo dedica a todo el tercer capítulo a lo mencionado y resumido en estas líneas, sin olvidarse del crítico Lakshin, quien según Metchenko emplea las frases de los grandes revolucionarios para contradecir desvergonzosamente la obra llevada a cabo por la mayoría de los escritores soviéticos.

Y para terminar, M. Metchenko cita una serie de obras reseñadas por la sección crítica de la revista Novi Mir, quien después de todo aportó su granito de trigo en ese pan nuestro de cada día que en el campo de la cultura comen los soviéticos.

Entre otros nombres suenan los de “La diosa de la victoria” del escritor Aksanov, seriamente criticada y con razón, “Un día sin noche” del escritor Grachevski o la novela de Vadim Koshevnikoc, “Les presento a Baluev”.

/mrt.  

(páginas 29-34.)

 
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