
Bases de la democracia española
Número 29 · Madrid, 1962 · 108 páginas
Participación popular y transformación nacional
La actual aventura de España tuvo que comenzar porque en 1936 la posibilidad de que los españoles convivieran dignamente desapareció, barrida por la ineptitud de unos y la subversión de otros. El comunismo nos ha hecho tomar una posición de defensa, a la que no podemos renunciar. España se encontró ¿isí, con una doble tarea por hacer: en primer lugar, con la tarea de devolver a todos sus hombres la tranquilidad y la libertad esencial, integrándolos en una comunidad coherente y equilibrada; en segundo lugar, con la labor inmensa de poner en marcha a un país abandonado y dormido, empobrecido y carente de medios elementales para acoplarse al ritmo de los tiempos
Todo nuestro esfuerzo –y esto es lo que se glosa en este volumen de la Colección «Nuevo Horizonte»– se encamina a conseguir la participación de nuestro pueblo en las tareas políticas, por los claros caminos orgánicos de las instituciones representativas naturales, y el diálogo abierto entre la sociedad y el Estado. Pero no solo esto, sino también transí orinar las estructuras nacionales hacia situaciones materiales y morales más amplias y esperanzadoras.
La democracia, caballo de batalla de nuestra época, no se consigue sólo con declaraciones de derechos, sino, fundamentalmente, con el sustento de hechos concretos, de hechos donde ya no vale la retórica, sino la evidencia de la realidad. Con palabras del propio Jefe del Estado, la democracia auténtica consiste «en que se haga la voluntad y se logren las aspiraciones del pueblo, no en luchas internas, sino en unidad entre los hombres y las tierras de España»