
La Formación Profesional y la nueva Sociedad
Número 16 · Madrid, 1961 · 38 páginas
Una aspiración posible
La elevación del nivel de vida de los pueblos no es, ni un don gratuito, ni tampoco un algo que se consigue por la propia voluntad de alcanzarlo. Es, por el contrario, una meta para llegar a la cual es necesario un esfuerzo. Ese esfuerzo se desarrolla en muy diversos frentes, pero el más importante de ellos es el que se lleva a cabo en el campo de la formación profesional.
La mejora del nivel de vida presupone, en efecto, un incremento de la productividad, a la que podemos definir como “utilización máxima de todos los factores productivos”. Y, como es de sobra conocido, el factor esencial de la producción, el elemento dinámico del acontecer productivo, es el hombre.
Del comportamiento humano depende la eficacia del acontecer económico y a su vez, esc comportamiento está conformado por la aptitud desarrollada por la formación. En su última raíz, el progreso es, sin duda alguna, una consecuencia de la formación profesional.
España se encuentra hoy empeñada en un proceso de desarrollo económico de una magnitud y grandeza que supera a todos los de su historia. Para llevarle a cabo con éxito, necesita atender de modo perentorio a la formación profesional. Ella ha de ser el resorte que eleve nuestra economía y al mismo tiempo, que rompa, no con la violencia ciega de la incomprensión sino con la fuerza firme de la eficacia, las arcaicas estructuras sociales que han perdurado precisamente por el raquitismo económico.
Desde este ángulo superior al de la pura economía, la formación profesional se nos presenta en su exacta dimensión de vitalizadora del acontecer social y encauzadora de los deseos de engrandecimiento que hoy se dejan sentir, con la sana impaciencia de llegar, en todos los núcleos humanos de nuestra patria. ¡Arriba España!